«El heredero», de Mario Catelli

El heredero. Mario Catelli
Bruguera (Barcelona, 2009)

He tenido la fortuna de haber leído y analizado los dos últimos Premios Bruguera de Novela, un particular certamen con un único e inapelable jurado, diferente cada año. La edición 2010 fue declarada desierta ya que, a criterio de Félix de Azúa –jurado en esta ocasión–, ninguna obra contó con los requisitos para llevarse el galardón. A esto pueden deberse los antecedentes: el listón estaba altísimo, y superarlo implicaba una tarea ardua. Uno de los culpables de esta sangría es Mario Catelli con su novela El heredero, ganador de la anteúltima edición del Bruguera.

Si hay una sensación que le queda al lector después de sumergirse en El heredero es la alienación. Todo es ajeno y extraño, los personajes, los escenarios, el ruido del metro, las voces del pasado, el eco de los pasos sobre la plaza del Pi. El protagonista, de hecho, ni siquiera tiene un nombre fijo, a veces se hace llamar Martín, a veces Marcos. Martín o Marcos es un músico argentino que recala en Barcelona, escapando de crisis –personales o estructurales– y de sus propias sombras. Toca el saxo en la calle, pero se disfraza de paleta, de vendedor de bolsos o de cantor de tangos. Quiere a Carla, pero acaba unido a Gemma. Regresa temporalmente a su Rosario natal para ver a su madre, pero la encuentra muerta. Marcos o Martín es un buscavidas que se deja arrastrar por las circunstancias con una indiferencia que duele, no vive su vida sino que la vida le vive a él. Así queda reflejado cuando consigue los papeles que lo convierten en inmigrante legal, a cambio de dejar que un funcionario le practique sexo oral. O cuando Carla, su pareja argentina, lo abandona porque antes él había decidido abandonarse a sí mismo. Carla le busca trabajos con cierto despecho, pero Marcos o Martín se empeña en arruinar cualquier oportunidad que se le presente. La indolencia queda patente, también, cuando se embarca en una relación con Gemma, una chica que lo quiere de la manera que él necesita que lo quieran. Gemma le hace ver de otra forma el vaso medio lleno, le permite relacionarse con la clase media alta barcelonesa, pero Marcos (o Martín) acaba alejándose, no tanto por voluntad propia, sino por esa intrínseca simpatía del exiliado hacia el sufrimiento cínico, casi ególatra.

El heredero es una reflexión sobre el exilio, sí, pero más que nada lo es sobre el abandono, Cuando uno deja el país natal como vía de escape más que como búsqueda de un mejor futuro, la maleta pesa mucho más, ya que se llevan consigo tiempos pretéritos que no han podido ser exorcizados. Martín Requena –tal el nombre argentino del protagonista– se ve perseguido por sus raíces, pero también por una dictadura atroz de la que debe huir, y por una familia lejana, no sólo en el sentido geográfico. Escenas de su infancia y adolescencia en Rosario se inmiscuyen en el hilo argumental como estocadas, y caen cual garúa sobre el presente de Marcos o Martín. De esa forma se configura una novela escrita de un modo particular, son trazos de pasado y de presente que conviven y malviven en una ciudad como Barcelona, “un montón de casas, de calles estrechas, húmedas, sucias, frías, camas de perros, gatos y jeringas, de meadas, de moscas, de ruidos pobres, de recorridos para idiotas y para perdidos”. Barcelona adopta para este destartalado argentino la forma de una prensa atroz que lo oprime por calles en contra dirección, ya sea del Raval, del Gótico o de Sant Gervasi. Sobre ese asfalto resuena un tono certero y crudo que desgarra la carne y que recuerda, sin lugar a dudas, a El extranjero, de Camus:

–Necesito alguien que cante tres tangos. Uno en cada pase. Me dijo Carla que tú cantas bien.
Beto llevaba algodones en los oídos.
–Bueno, los canto, los entono, sí –mentí–. ¿Te pasa algo en los oídos?
–Es por la fábrica. Trabajo en la cadena de montaje de la Nissan, pero la orquesta es mi pasión.
Lo que pasa es que me dijo el otorrino que entre el ruido de la fábrica y los decibelios de la orquesta, si
no uso tapones o algodones en menos que canta un gallo me quedo sordo.
–Hostia.
–¿Te animas entonces? Es que quiero darles un toque especial a los bolos. A la gente mayor le
encanta el tango. Puedes elegir tres tangos que te gusten, de los conocidos.
–Sí, sí, claro. Si no te importa que esté con esto… –le señalé la escayola.
–No, qué va.
–Gracias –le dije, sin aclararle que no soporto los tangos.

Mario Catelli (Foto: ElCultura.es)

Distancia, exilio, extrañeza ubicua, una sensación de sentirse ajeno hasta en el vientre materno. Rasgos que sobrevuelan la historia, que provoca un sentimiento de nostalgia hacia lo que no fue, hacia lo que es y no debería haber sido, y que explica por qué este año ha sido tan difícil la elección de un nuevo ganador del Bruguera. El lector acaba la novela, los días transcurren, y sin embargo permanece en su conciencia un infrecuente sabor de boca que recuerda a limón maduro. O mejor, en este caso, a mate amargo.

Mario Catelli (Rosario, 1957) es un escritor argentino afincado en Barcelona desde hace más de veinte años. Tras abandonar los estudios de arquitectura, ha ejercido diversos oficios, desde pastelero y actor, hasta mensajero, figurante de spots publicitarios, percusionista, saxofonista y actor callejero. Su oficio, no obstante, es la escritura. Ha publicado tres libros de literatura infantil y juvenil. Actualmente se desempeña como traductor, guionista y profesor de narrativa.

Franco Chiaravalloti
http://decatisondeteibol.blogspot.com

Franco Chiaravalloti

Franco Chiaravalloti (Buenos Aires, 1979) Reside en Barcelona desde 2003, ciudad en la que cursó sus estudios de posgrado en Literatura Comparada. Vivió en Argentina, Italia, Inglaterra y Kenia. Especialista en narrativa breve, desde 2010 imparte clases de cuento y microrrelato en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès. Ha publicado los volúmenes de relatos 'Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente' (Hijos del Hule, 2009), 'Esos de ahí afuera' (Talentura, 2015; edición argentina de Baltasara, 2020) e 'Insular' (Tres Hermanas, 2020). Además, ha colaborado en numerosas antologías de narraciones breves e hiperbreves, tanto en España como en Argentina. En 2019 formó parte de la comitiva que representó a Barcelona en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

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