Entrevista a Cristina López Barrio

Cristina López Barrio (Foto: Plaza & Janés)

El trabajo lento, madurado, reflexivo, con el que trabaja Cristina López Barrio ha dado nuevo fruto, tras una primera entrega de narrativa para jóvenes (El hombre que se mareaba con la rotación de la Tierra). Y esta nueva novela, La casa de los amores imposibles (Plaza & Janés), lejos de presentarnos a una escritora de las que experimentan con nuevas fórmulas narrativas, nos acerca a la forma clásica que se alimenta de muchas lecturas, en especial de autores latinoamericanos pero también españoles.

La historia de las Laguna, mujeres pertenecientes a una familia marcada por la maldición que les impide procrear varones, abarca un siglo, el XX, por el que sobrevuelan las esencias que componen la vida más cercana del mundo rural, lleno de prejuicios hacia la rebeldía de este matriarcado que debe hacer frente al pasado sin olvidar sus raíces.

Se comienza la lectura del libro y la primera sensación es la de que se trata de una historia que tenías en mente desde hace muchos años.

Sí. Es una obra que ha ido madurando. Comenzó con el personaje de Olvido, una mujer que lucha contra un destino trágico, una mujer muy bella a la que, al contrario de su nombre, nadie puede olvidar. Esta historia ha vivido muchos años conmigo. La novela ha tenido muchas versiones, he compartido tiempo con las Laguna, dándole vueltas, corrigiendo, quitando, ampliando.

¿Te costó cerrar la puerta y entregar el libro definitivo?

Sí, pero llegó un momento en el que quedó muy clara la historia y la manera en que debía contarla. Me encajó la última pieza, como si fuera un puzle, y se completó. Lo que me llevó más tiempo fue la corrección, la reescritura.

Todos hablan de que se trata de una novela de mujeres, con unas protagonistas muy fuertes, pero considero que los personajes masculinos tienen un peso fundamental, ya que son quienes provocan que las Laguna se pongan en marcha, reaccionen y tomen las riendas de sus vidas.

Son historias de amor y la otra parte es fundamental. Los personajes masculinos del libro son muy interesantes. El padre Imperio me gusta mucho, o Esteban. Por supuesto, condicionan la vida de ellas, porque el mal de amores que arrastran las Laguna a un destino trágico, sucede a raiz de todas estas historias de amor y de las relaciones entre madres e hijas. Son los dos puntales con los que se sostiene la maldición.

El papel de los hombres queda claro desde el primer momento, con la historia de Clara y el hacendado andaluz que provoca en ella el deseo de venganza.

Por supuesto. El desencadenante viene dado por el despecho hacia ese hombre, pero también por el propio carácter de Clara, que dedica su vida a una venganza, algo que no todas las mujeres serían capaces de hacer.

El drama acontece a lo largo de muchos años, cuatro generaciones, en un pueblo castellano. ¿No has querido reflejar de manera directa los hechos históricos que acontecieron durante ese tiempo para focalizar la atención en los personajes y su vida rutinaria?

Es otra forma de hacer esos apuntes históricos, a través del trasfondo social. Por ejemplo, en el caso de la guerra civil, me interesaba contar cómo afecta al pueblo, a la vida, sin tratarlo con excesiva profundidad. Hay apuntes, pinceladas. Las mujeres del pueblo que aparecen unidas en hileras, al estallar la guerra, salen de a dos, mostrando esa ruptura, que es una forma de mostrar mediante los personajes lo que ocurría en ese momento. El hambre, el estraperlo que se hacía en noviembre bajo la protección de la niebla, el miedo a ser delatado por el vecino… A veces, estas cosas las narro de manera satírica, casi rozando el esperpento, pero es otra manera de hablar de esa realidad trágica que me ayuda a armar el carácter y los rasgos de los personajes. A veces, el trasfondo social me sirve para mostrar el trasfondo emocional.

Lo del esperpento que contabas es muy peligroso. Se corre el peligro de pasarse tres pueblos y destrozar la novela con excesivos disparates.

Sí, y en el caso de La casa de los amores imposibles hay episodios que resultan delirantes y provocan la risa. Y si lo piensas, se trata de situaciones terribles. Sin embargo, no me gustaba exponerlas crudamente, porque al hacerlo me desviaba de lo que quería y de cómo escribirlo. Me interesaba tratarlas o desde un punto de vista poético, lo que quizás hubiera resultado aún más trágico,  o haciendo uso de la vía delirante. Y hay que tener mucho cuidado para que no se pierda credibilidad. La novela está siempre en la frontera entre realidad y fantasía.

Lo que comentaba Clara Obligado de «realismo mágico castellano». Entiendo que a veces las etiquetas son necesarias, aunque se tendría que dejar de utilizarlas con tanta facilidad. A ese respecto, sí es cierto que a través de la novela podemos advertir cuáles han sido tus referencias lectoras.

Sin duda. La lectura de literatura latinoamericana y su influencia está muy presente en esta obra. Y lo está porque también forma parte de mi vida como lectora. Me apasiona y se nota. Me ha marcado. La primera vez que leí Cien años de soledad me cautivó, fue todo un descubrimiento. Y luego seguí leyendo y releyendo la obra de García Márquez. Esa influencia como lectora, cuando te pones a escribir, la tienes tan asimilada que sale.

¿Y Delibes?

También. Hay mucha literatura española en mi libro. Machado, Lorca y sus personajes femeninos, paisajes, folclore… Bebo también de Cernuda, de La Celestina y sus personajes; la alcahueta, la Trotaconventos, la hechicera que ronda por el pueblo, la magia… Sí, el pensamiento mágico no es exclusivo de latinoamérica. En la historia de la literatura española también tenemos infinidad de ejemplos. Y en mi caso, se trata de una mezcla de influencias, un mestizaje que nace de mis lecturas.

Y con tanta influencia reflejada en la novela, ¿no crees que puede impedir que se vea su originalidad?

Tomar referencias es una buena manera de escribir. Puede servir para situar la obra pero, por supuesto, todos buscamos que se nos valore por nuestro trabajo creativo. Cada libro debe tener vida propia.

Háblanos de los talleres. ¿Te sirvieron para tomar un camino que te llevara a redondear la novela?

La novela no la llegué a trabajar en el taller pero en el proceso de corrección sí me ayudo mucho emplear técnicas aprendidas sobre la limpieza y sencillez de la prosa. Resulta más difícil cuanto más sencilla se muestra la fluidez de la historia. Es muy importante aprender a corregir, a reescribir. Alguna vez me han preguntado «Â¿se puede escribir sin ir a un taller?». Desde luego, lo fundamental es tener vocación. Escribir y leer. En los talleres sales de la soledad y puedes compartir el trabajo con otras personas que tienen tus mismas inquietudes, compañeros que te ofrecen su opinión y te hacen dar cuenta de muchas cosas. Al final uno debe ser fiel a sí mismo, pero reflexionar sobre tu propio trabajo teniendo como referencia la opinión de los demás es muy sano, manteniendo ese fondo personal que queda ahí escrito y que es inalterable.

Habías publicado novela juvenil. ¿La exigencia de los chavales es mayor?

Una buena historia no tiene edad. Escribo juvenil porque me encanta los libros juveniles. Los buenos les pueden gustar también a los adultos que disfruten con las novelas de aventuras con ciertos toques de fantasía.

Volviendo a La casa de los amores imposibles, durante este largo proceso que representó la escritura, habrán aparecido y desaparecido personajes. ¿Te gustaría retomar a alguno a los que has tenido que renunciar?

La parte que se desarrolla en Madrid, en la casa de la calle de Atocha, era más larga. En esa casa había más vecinos. Dándole vueltas, noté que distraía un poco de la trama principal, que es la historia de las Laguna y de la maldición. La narración se ramificaba demasiado y perdía intensidad. Abordaba otros temas que se apartaban del tronco de la novela. Tuve que sacrificar a algunos personajes  con todo mi dolor para que la novela quedara redonda y encajaran las piezas. Cayeron unos cuantos, la verdad, y podrían servir para otra historia, en especial dos con los que sufrí mucho al tener que dejarlos fuera.

¿Con cuál de las mujeres Laguna te sentirías más cercana?

No sabría decirte. Todas tienen algo con lo que sentirme identificada. Quizás Olvido, la primera que tuve en la cabeza. Ha sido un personaje que me ha acompañado durante muchos años, sufriendo lo que ella misma sufría y viviendo su historia. Pero Clara también tiene rasgos muy atractivos. Y los roles masculinos, que me gustan mucho. En cada uno dejo algo de mí misma, que soy el modelo más cercano que tengo para concebir a los personajes. Pero que conste que no hay nada autobiográfico en la novela. Cuanto más me separo de mí y de mi realidad, mejor me va, más fluida sale la historia.

Has dicho que tus libros están basados en la pasión, el miedo y la angustia…

Lo que quiero es contar una historia. Y todo gira en torno a esos tres conceptos que son puntales y que son formas de conocimiento de uno mismo y de los demás. El amor y el odio. A través de estos sentimientos es como conoces y vives con el resto de las personas más cercanas. Y existe ese punto de dualidad que se muestra como lado humano de la maldad. La forma que tienes de vivir la angustia, los temores… Y todo mezclado con lo sensorial. A través de los sentidos puedes conocer la realidad y transformar esas percepciones en ideas. Es una explicación platónica (risas), pero forma parte de lo que quiero trabajar con la literatura.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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