«Escritos breves», de James Joyce

Escritos breves. James Joyce
Edición y traducción de Mario Domínguez Parra
Ediciones Escalera (Madrid, 2012)

Dentro de su tarea de rescate de pequeñas joyas poco conocidas en nuestro país, cuando no inéditas, como fueron en su día las obras menores (pero no menos importantes y literarias) de Jack Kerouac y otra figura olvidada del beat, John Clellon Holmes, las obras de Mercedes Pinto o de Ruy Murakami, Ediciones Escalera lanza ahora estos Escritos breves del inmenso James Joyce. En una cuidada edición bilingüe y precedida de un muy interesante y útil estudio, a manera de prólogo, del traductor Mario Domínguez Parra, este volumen que ahora sale al mercado reúne una serie de relatos mínimos, impresiones o pequeñas estampas del autor dublinés, conocidas como «Epifanías», un relato breve antecedente de su primera obra, relato titulado «Retrato de un artista», y un muy curioso texto, el único que Joyce no situó en Dublín y que está fechado a finales de su carrera, que lleva por título «Giacomo Joyce».

James Joyce (foto: Alex Ehrenzweig, 1915 / D.P.)

Las tres pequeñas obras que componen el volumen nos muestran, y en algunos casos nos ofrecen una luz bastante aclaratoria, la trayectoria seguida por Joyce en el camino hacia la composición de sus obras mayores. Ayudado por la muy útil –insisto- explicación previa del traductor, el lector asiste a las diferentes etapas de formación de un genio literario, en algunos casos a los primeros indicios de lo que luego alcanzaría una expresión plena, original y única, en otros a la aparición de los temas, y sobre todo las obsesiones, que marcarían la obra del dublinés.

En el caso de «Epifanías», se trata de apuntes tomados a todo lo largo de su carrera, pequeñas notas, escenas, fragmentos, a veces simples retazos de diálogos tomados aquí y allá, que el autor iría introduciendo en sus diferentes obras, y con especial relevancia en Stephen Hero, que desafortunadamente quedó inconclusa pero en la que se hallan incluidas muchas de las escenas aquí recopiladas. Sobre la base de la pequeña vida cotidiana  y familiar de los Joyce, James va tomando apuntes, entresacando detalles significativos, cazando al vuelo ramalazos de luz. En algunos pasajes logra una belleza sencilla, pura y breve. Consigue extraer un diamante del barro, como en esa epifanía, la número 20, en la que narra de esta forma la muerte de su hermano pequeño, Georgie:

“Todos duermen. Subiré ahora… Él yace en mi cama, en la que yo estaba acostado anoche: lo han cubierto con una sábana y han cerrado sus ojos con peniques… ¡Pobre chico! Nos hemos reído juntos con frecuencia –él soportaba su existencia con suavidad… Siento mucho que haya muerto, no puedo rezar por él como hacen los otros… ¡Pobre chico! ¡Todo lo demás es tan incierto!”.

En «Retrato del Artista» vemos igualmente cómo van cobrando forma muchos de los temas que posteriormente serían claves en Joyce, como su postura hacia el sexo, su visión de la religión, del catolicismo, su espíritu claramente reacio a las normas, contestatario. Anticipo, en buena medida, del Retrato del artista adolescente, vemos en este pequeño texto  el enfrentamiento que el autor ha decidido establecer ya contra la férrea y opresiva enseñanza que comporta el catolicismo.

“Tenían muchas razones para respetar la autoridad; e incluso si a un estudiante se le prohibía asistir a Otelo (Hay algunas expresiones burdas en ella, le dijeron), ¿qué ínfima cruz era esa? ¿No era más bien una evidencia de cuidado e interés vigilantes y no se le aseguraba que en sus futuras vidas este cuidado continuaría, este interés se mantendría?”.

Estamos ante un universo de estudiantes inquietos, inconformistas, un ambiente del que pronto habría de surgir alguien como Stephen Dedalus, cuando –según nos informa el traductor en el prólogo- la preocupación creciente por los temas mitológicos, o mejor sería decir homéricos, fuera cobrando forma hasta cristalizar de forma sublime en el Ulysses.

«Giacomo Joyce», por último, es la única obra de James Joyce en que la acción de sitúa lejos de Dublín: en Trieste, donde habitaba el artista. En ella se narra la atracción que le produce al protagonista el posible adulterio con una joven, un tema que ya tocó con anterioridad en la obra de teatro Exiliados. Abandonada, tras escribirla, por el autor, y nunca publicada hasta la muerte de su esposa, en ella leemos admirados a un escritor que sabe, puede y quiere tocar la más alta nota literaria.

Miguel Baquero
El mundo es oblongo

Miguel Baquero

Madrid (1966). Ha publicado hasta la fecha las novelas "Vida de Martín Pijo"; "Matilde Borge, aviador"; y "Vidas elevadas", el volumen de relatos "Diez cuentos mal contados", así como una selección de las entradas de su blog: "A esto llevan los excesos". Asimismo ha intervenido en distintas antologías y ha recibido varios premios por sus relatos. Reseñista y crítico literario para medios electrónicos, en la actualidad está dando los últimos retoques a una nueva novela.

1 Comentario

  1. Señor Baquero, muchas gracias por su reseña. Un cordial saludo.

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