Gabi Martínez: «Si ninguna bandera te acoge, date por perdido»

Gabi Martínez (foto: Alfaguara)

Gabi Martínez (Barcelona, 1971) es uno de los autores de su generación más apreciados. Fuera de ondas y etiquetas, su trabajo se basa en el puro oficio de narrar. Sí forma parte de un pequeño grupo de escritores que busca, mediante el viaje, la manera de explicar el mundo en el que viven. Distanciarse para buscar y comprenderse mejor. Aunque, en esta ocasión, ha sido un héroe, el zoólogo Jordi Magraner, y no un lugar, lo que le ha impulsado a trazar las líneas de su nuevo libro, Sólo para gigantes, publicado por Alfaguara (en catalán, publicado por el sello Ámsterdam). Magraner dedicó buena parte de su vida a la búsqueda del yeti, propósito que le llevó a vivir en Pakistán y ser testigo del surgimiento de los talibanes. Murió asesinado en agosto de 2002 en misteriosas circunstancias.

Sólo para gigantes representa un paréntesis en tu trabajo habitual como escritor, al tratarse de una historia que no concibes de manera directa.

Hasta ahora siempre he hecho libros basados en una idea original mía, llegaba a ellos a partir de deducciones, de impulsos que originalmente eran propios. En este caso, la historia apareció cuando me la contaron. Me dijeron que buscaban a un escritor a quien le pudiera interesar. Lo que siempre he tenido claro, como periodista y escritor, ha sido no tirar adelante ningún proyecto con el que no me identificara absolutamente. Hago los artículos protocolarios en prensa para seguir sobreviviendo, pero todo lo que ha supuesto invertir una porción grande de mi tiempo, y en ente caso hablo de años, lo he tirado adelante si la historia tenía una fuerza suficiente que me absorbiera.

Lo que ocurrió con la de Jordi Magraner es lo que sucede siempre que te embarcas en este tipo de trabajo: buscas respuestas sobre ti mismo y te reconoces en algo de la historia que vas a explicar. Vi que, a través de su figura, podía desarrollar muchas cosas sobre las que quería escribir. Por ejemplo, Jordi era especialmente ajeno al territorio en el que vivía. Llegó de Marruecos, intentó quedarse en España , donde ahora se vende Cialis barato, pero no pudo y acabó instalándose en Francia, donde no se sintió nunca a gusto. Allí pasó el tiempo deseando marchar a otro lugar donde poder ser más feliz. Era un chaval que vivía en un suburbio de Fontbarlettes y se marchó a la naturaleza para realizarse y, a base de mucho trabajo y de darle forma a sus ideas, encontró la vía para hacer realidad su sueño. Conforme avanzaba en sus investigaciones, encontraba puertas que abrían otras. Este personaje que intenta salir de su civilización, del país, de la familia, también es alguien que demuestra, con su vida, que puedes ir donde quieras con tu sueño, la realidad vendrá en tu busca y te aplastará. Y aquí nos ponemos en la parte más negativa de la historia, porque está llena de ribetes, con momentos estupendos, maravillosos, que son los que hicieron que Jordi decidiera mantenerse en el Hindu Kush. Una de las conclusiones de la historia es esa. Puedes imaginar que en otro lugar las cosas pueden ser mejores. La miseria, la tristeza o la dureza de la vida está planteada con diferentes matices dependiendo del lugar, pero lo seguro es que no vas a escapar de tu condicion social, pese a todo lo que nos han intentado vender con el sueño americano y lo demás. La historia de Jordi me permitía contar algo de eso.

Otro de los alicientes de trabajar con alguien como Jordi Magraner es su personalidad poliédrica.

Lo que permite, a través suyo, mostrar que la figura del héroe o del villano no existe, puede ser las dos cosas y probablemente todos los seamos un poco a la vez. Es decir, desestructurar al aventurero tal y como lo tenemos asumido, como el tipo que se enfrenta a todo. Esta dualidad en los personajes heroicos surge a partir de Lawrence de Arabia. Él mismo, en primera persona, te está diciendo que es un traidor. Y te lo dice constantemente. Desde ese momento los héroes ya no pueden volverse a construir como personajes monolíticos. Jordi me permitía, desde el arranque, afrontar a una persona que no era completamente blanca, no era impoluto. Luego, con su aventura, y es algo que utilizo en el título del libro, Jordi me permite mostrar una figura, la de las montañas, a modo de metáfora de la vida. En el Hindu Kush hay muchos picos que superan los seis mil metros, pero sólo se recuerda el nombre del Tirich Mir,  que pasa de los siete mil. Fuera de lo que es tu círculo vital, en el mundo occidental en el que vivimos, estamos rodeados de gente estupenda y magnífica que no llegan tan alto, aunque lo intentan. Si pertenecieran a un entorno diferente al nuestro serían un modelo a seguir. Este libro homenajea a todos esos «seis miles», gente especial que está haciendo cosas extraodinarias y de las que nunca sabremos porque están fuera de nuestro foco. Es un libro que habla de toda esa gente que está luchando por salir adelante, en situaciones difíciles, como la que vivimos ahora en el mundo. Son personas igual o más válidas que muchos de los que nos están vendiendo como las super estrellas, que viven con el dinero de la gente y que no aportan nada de avance, positivo o real al mundo, son pura fachada. Jordi viene a hablarte de lo real.

Incluso en su propio ámbito, el científico, es un renegado. La propia comunidad científica procura dejarle al margen. Me recuerda el caso de Nikola Tesla con Edison.

O el de Wallace con Darwin. Es este caso Magraner se tuvo que enfrentar a Yves Coppens, uno de los paleontólogos que descubrió el cráneo de Lucy. Hablamos del establishment. Coppens consiguió una gesta pero se ha beneficiado de eso hasta el punto de controlar una gran parte del sistema científico francés. De tal manera que cualquier ente exótico que intente asomarse, si no es de su cuerda, será expulsado. Cuando hablamos del sistema literario ocurre lo mismo. O del financiero. Todos los emporios que se han ido creando en cualquier esfera creativa y económica dan un mundo globalizado visto desde uno o dos puntos de vista que expulsan aquello que no le conviene y que, desde luego, ha resultado no ser la vía adecuada. A los telediarios me remito.

Jordi Magraner (foto: madonnarossato.free.fr)

Desde esa perspectiva es un libro muy actual, hace despertar conciencias en el momento en el que estamos.

De entrada la historia puede sonar excéntrica, con alguien que se va a buscar al yeti, pero si le quitas el titular, de lo que trata el libro es de cuestiones muy básicas del ser humano. Jordi fue en busca de una idea y se topó con una realidad, en este caso tan objetiva como son los talibanes. Te viene a decir cómo la ignorancia y la miseria están extendidas por todo el mundo, pero en unos lugares es sofisticada y en otros puede acabar contigo. En unos te consume anímicamente y te entierra y en otros te liquida de forma directa. Lo que planteo es qué clase de muerte prefieres: la lenta, agónica de Occidente o la rápida pero digna que le ofrecen a él en el Hindu Kush. También es cierto que se mueve con unos ideales de dignidad, de honor que tiene mucho que ver con un tiempo más antiguo. Magraner no es un hombre moderno. Es alguien de las montañas que va en busca de un lugar más puro. Precisamente por eso apuesto por la literatura como género de búsqueda. La literatura apunta a esas cosas que son más simbólicas y ayuda a entender las ideas que se quieren expresar de una manera más gráfica e impactante. Creo que Jordi reunía perfectamente todos los elementos para poder explicar ese mundo lleno de matices a través de una historia ejemplar. Pero no en el sentido moral, sino en el sentido real. Su historia ayuda a entender un poco más, te aproxima a los mucho ángulos que nos habitan y a las dificultades del mundo. Pero no hay una intención moral detrás del libro.

No es un libro autorizado por la familia, pero te han dado plena libertad para escribir lo que quisieras.

Una de las cosas que tuve que esforzarme en aclarar desde el principio es que no se trata de un libro autorizado por la familia. Se lo di a leer a su hermana porque no quería que le pillara desprevenida y que cualquier cosa a la que tuviera que hacer frente, cualquier declaración, pudiera reflexionarla antes. Al abordar la historia sus familiares sabían que iban a salir cosas que probablemente no les gustaran. Y, a pesar de ello, pensaron que lo que Jordi había logrado estaba por encima de cualquier detalle que pudiera desagradar. Estaban de acuerdo en que contara toda la historia.

Te abrieron su puerta después de muchos problemas…

Por mis manos pasó todo lo que creyeron que podía ayudarme. Tenían las dos maletas de hierro que pusieron a mi disposición, me permitieron dormir en la cama de Jordi, me facilitaron contactos con amigos y conocidos para hablar con ellos. También hice mi trabajo de investigación, claro. La generosidad de la familia ha sido inmensa, me lo han dado todo y no han pedido nada, he sido libre y así se refleja en el libro.

Jordi Magraner, como persona, propicia la división de opiniones, algo que también se percibe en su vida, como en el caso de los hermanos L’Homme, que le acompañaron durante buena parte de su periplo y que acabaron enemistados con él. Emprendía acciones que quizás no fueran lo deseable en una persona honesta.

Si quieres retratar a un hombre completo tiene que ser con todos sus matices. Es lo que ha hecho Franzen en Libertad. El escritor debe conseguir que su personaje, en una página, refleje tres reacciones contradictorias y, sin embargo, se entiendan. Claro que quizás eso sería lo apropiado en el siglo XVIII, ahora se trataría de mostrar siete conflictos en cada página. La clave siempre ha estado en la inteligibilidad que tenemos para con nosotros mismos.

¿Te costó mantener la distancia emocional?

Parece que se me vea a favor del personaje, pero siempre he tenido muy claro que los libros que más me han entusiasmado, aquellos en los que veía la realidad de la vida, eran los que me daban el personaje completo, con todos sus ángulos y matices. De esta manera, la verdad se impone a la implicación que puedas tener con él o con su familia. Les puedo deber algo pero no el acto de escribir. Cuando, como escritor, te enfrentas a unos hechos reales, lo que quieres es contar la verdad o, al menos, de la manera más auténtica posible y, en eso, no le debo nada a la familia ni a Jordi ni a nadie. Lo que hago es contar lo que ha sucedido. Si hablamos de un trabajo periodístico, con más motivo. Se pueden contraer deudas, pero no en el arte. Te hablaría de influencias, de gente a la que he querido rendir homenaje de respeto, intentando no herir a nadie en cuanto a no decir mentiras ni nada que me haya comprometido a no explicar, pero fuera de eso… Mi objetivo y mi deber, lo que me lleva a emplear dos o tres años de mi vida, es contar lo que ha ocurrido con la mayor fiabilidad posible. Permitiéndome ligeras distorsiones novelísticas, pero todo lo que explico ocurrió y está basado en el relato de personas que fueron testigos.

Precisamente han surgido varios libros en los que se aborda el asunto de las licencias históricas y hasta dónde es aceptable el límite.

Se sabe perfectamente que hay pasajes de A sangre fría que Capote inventó expresamente. Incluso aun queriendo ser muy fidefigno, hay cosas que si las quieres explicar sin perder el hilo de la narración para que todo encaje de la mejor manera posible, debes salirte de los márgenes. Siempre y cuando, insisto, no estés mintiendo en algo fundamental de la historia y no dañes a ninguna de las personas que aparecen.

El material  que encontraste en las dos maletas de hierro, ¿te fue suficiente para hacer un primer molde de la personalidad de Jordi Magraner?

No, también tuve acceso a algunas cartas dirigidas a varias personas. Y a diarios de Erik L’Homme, pero ahí sólo se muestra su visión de los hechos, que era muy particular. Como comentabas antes, Magraner era un personaje poliédrico. Hablaba con los demás de manera individual y a cada uno le daba la información que le pudiera resultar útil o lo que él creía que al otro le interesaba oír. A veces se contradecía a sí mismo. Por eso me fui a Pakistán.

¿No te parecía suficiente la reconstrucción mediante las entrevistas y los documentos que pudiste reunir entre su familia y sus contactos en Francia?

Cualquiera de las dos patas de la investigación, la de la familia y la del viaje, eran difíciles. Antes de emprender el proyecto pensé en la dificultad de hablar con la familia. Llevaban seis años quemados, recibiendo el interés de periodistas, cineastas… Tardé tres meses hasta que conseguí la primera entrevista con ellos, escribiéndoles cartas a mano, emails, llamándoles a casa, y no me dieron permiso para verles hasta tres meses del primer contacto. Estaban hartos de gente que se les había aproximado pidiendo fotocopias e información y luego desaparecían sin nada. Y para ellos era un esfuerzo anímicamente muy duro. Estaban hablando de su hijo, de su hermano muerto. Si tenía la parte de la familia, el libro se podía escribir sin problema. De otra manera, pero podía llevarlo a cabo, simplemente con los diarios, la información de la familia y de gente que vivía en Francia. Luego estaba el viaje a Pakistán. Si quieres narrar la historia lo mejor posible, y hablar con quienes le conocieron, incluso con los presuntos asesinos o con las personas que le hospedaron en sus casas…

Viajar hasta Pakistán, bajo esa premisa, no era un camino de rosas…

Se dio la circunstancia, por primera vez en mi vida, de llevar una historia tan lejos como para hacer algo que no había previsto antes, que era arriesgar mi vida por contar una historia. No acababa de entender las corresponsalías de guerra, o a la gente que se involucra tanto en un libro. Entiendía el viaje, pero lo entendía más como Josep Pla, o como Robert Byron, Bruce Chatwin… Intentas saber cosas del mundo para contarlas de manera artística. Pero jugarte el cuello por contar una historia es algo que no comprendí hasta enfrentarme a este reto. Son las derivas por las que te lleva la vida. Resulta que el libro que nace a partir de una historia que me cuentan es el que más ha cambiado mi vida y me ha llevado a hacer cosas que no estaban en el programa. No es que no estuvieran, es que estaban descartadas.

Siguiendo la huella de Jordi contemplamos en perspectiva lo sucedido en Pakistán durante el periodo que estuvo allí, y que resultó ser una etapa muy convulsa.

Para mi hay un momento impresionante mientras hacía el trabajo de campo, cuando leo en una de sus cartas: «Ha nacido una nueva fuerza, los talibanes». Jordi Magraner estaba viviendo cómo emerge el grupo desde el corazón mismo. A poco más de tres horas de donde vivía Jordi vieron vivo por última vez a Bin Laden, antes de que, supuestamente, lo mataran. Lo que te da el testimonio de Jordi es una narración privilegiada del surgimiento de los talibanes y cómo va sintiendo la presión cada vez mayor de ese grupo de radicales en torno suyo y a la comunidad de la que se hace un pequeño líder, hasta acabar con su vida. Pero es un testimonio insólito, no he leído nada parecido y menos aún de un extranjero que, desde ese punto de vista y desde las mismas montañas donde estaba naciendo esta facción fundamentalista, te lo cuente  en primera persona, cómo le afectó a él. La identificación es absoluta, es una historia maravillosa. Huyó de la miseria y de la marginación para acabar en unas montañas dándose de bruces de nuevo con la miseria y la marginación pero más brutalizada, la de los talibanes, que se enrolan en el ejército porque les dan de comer, básicamente. Jordi es el vínculo entre los dos mundos y estás viendo cómo de la miseria de un lugar se ha ido a la miseria del otro. Su historia sintetiza muy bien problemáticas globales.

Entre algunas preguntas que planteas está la de si valió la pena.

Porque salí vivo. Él estuvo quince años de su vida en las montañas, quería romper drásticamente con el lugar al que estaba predestinado. Y eso implicaba trascender más allá de su muerte. Ya fuera encontrando al yeti o viviendo otro tipo de experiencias. Creo que seguía  el ideal romano y eso de morir por heroismo estaba dentro de sus ideas, aunque eso implicara que luego, una vez fallecido, nadie se hiciera cargo de resolver el caso, ninguno de los países que le acogieron se implicaron en ello. Si ninguna bandera te acoge, date por perdido. Por eso, cuando en 2001 la familia le dice «no te marches otra vez»Â  él les responde «volveré y seré alguien que está sobreviviendo a los talibanes». Había algo en él que le decía que si llegaba a ser un mártir y alguien lo veía como tal, conseguiría aquello a lo que aspiraba. Y realmente lo ha conseguido. Que se publique este libro, de alguna manera, cumple con sus deseos. La mirada que tiene en la foto de la cubierta da la medida de quién era Jordi Magraner. Iba a por algo grande. Y tenía tanta fuerza que lo consiguió. Su ilusión desbocada ha provocado que yo mismo haya ido tras sus pasos y ahora me encuentro a gente interesada en hacer reportajes o una película. Cuando hay alguien que tira adelante una idea muy potente y lo hace de verdad, arrastra a otra gente. Jordi era uno de esos. Seguro que estaría muy contento de verse ahora tal y como le estoy viendo yo, incluso con sus lados oscuros.

Como decías, esos lados oscuros los tenemos todos, es una de nuestras dferencias con los animales.

Su eslabón perdido, lo que trata de explicar, es el porqué de la conciencia. Eso es en lo que está trabajando todo el tiempo, en los matices que nos hacen diferentes a los animales. No hay quien se salve del lado oscuro. Hay algunos que tiran adelante como pueden, interiorizándolo, flagelándose con un látigo, y otros cuyo lado oscuro repercute en la gente más próxima.

¿Has llegado a creer en el yeti?

Hay momentos de la lectura, cuando hablo con Eric L’Homme, quien ahora publica en Gallimard y es un autor de novela juvenil muy conocido, y habla de las montañas y de cómo de pronto los pastores repiten las descripciones del barmanu, en los que te paras a pensar si es posible, pero esa es la fuerza de las ilusiones compartidas.

Como cuando dicen oir sus gritos en la noche.

Claro, hay cosas muy objetivas, pero me sigo manteniendo escéptico. Lo que sin duda es verdad es que Darwin no explica el porqué de la conciencia. Y esa es una base teórica suficiente para poder creer en que haya un eslabón de la cadena evolutiva del que no sabemos nada y que está por explorar.

Se habló mucho en su día del hueso esfinoide. Quizás fue el momento en que se mencionó más a Jordi Magraner.

Es que es una vía válida de exploración científica. Cuando la gente dice «el yeti» le sale la sonrisa. Es uno de esos misterios estupendos por los que puedes justificar cualquier escapada que quieras hacer, con «voy a por algo que nadie ha descubierto». Es estupendo. Podrás pasarte la vida en busca de algo que te justificará incluso razonablemente, con sensatez. Y todo siguiendo una lógica de algo que no existe. Tiene todo el sentido. Se trata de cubrir huecos. Hergé siempre dijo que su aventura de Tintín favorita fue Tintín en el Tibet, que construyó gracias a su amistad con Bernard Heuvelmans, el padre de la criptozoología, a quien convoca para verse varias veces para que le hable un poco sobre el yeti. Cuando se reunen, no sólo le explica cosas sobre el yeti sino que Hergé decide firmar su divorcio después de quince años de dudas y emprende una nueva vida tras hacer un cómic que resultó ser, artísticamente, el más austero, con tres personajes, utilizando más blanco que con cualquier otro. Hergé comienza una forma de vivir distinta. Hablamos de esos hilos sutiles en los que, de pronto, ves que coincide mucha gente. Heuvelmans odiaba al resto de la Humanidad, pero se entendió perfectamente con Jordi. Son vínculos y ves que en el «1” que falta en la suma coinciden muchas otras personas. Y son personas brillantes, excéntricos que miran el mundo de otra manera. De repente alguien ha aportado algo a la comunidad, a la masa, gracias a ese intentar buscar algo que nadie pensó que faltaba, llegando a respuestas útiles, creativas.

¿Serías capaz de dejarlo todo por buscar ese «1”?

Conduzco mi vida desde una base lógica que se va desmontando progresivamente. Ya no puedo hacer pronósticos.

El estar en movimiento, viajar, quizás te facilite el poner un pie y dar el primer paso para huir.

Cuando viajo a veces pienso «aquí podría quedarme a vivir». Me ha pasado en varios sitios y son lugares con muy poca gente. Pero estoy muy a gusto en Barcelona. Disfruto del privilegio de vivir en una de las ciudades más fáciles del mundo. No digo que la de marchar no fuera mi idea inicial, pero uno va estableciendo lazos y, además, después de cierto tiempo, siempre querría volver. Igual tiene más que ver con las personas que con la ciudad. Creo en la idea de «ciudad puerto» a la que siempre puedo volver. Al contrario que Jordi Magraner, que quería irse, huir de la dificultad y enfrentarse a otra en solitario. Hablábamos antes del sentido de deuda. Yo lo tengo con mi familia. Procuro estar atento para que la gente a la que quiero esté de la mejor manera posible y estar cerca de ellos, y me refiero a algo físico. El irme mucho tiempo fuera lo hace complicado. De todas maneras, Chatwin, para escribir Los trazos de la canción, uno de mis libros de referencia y que ha determinado el  que publicaré el próximo año sobre Australia, estuvo cuarenta días. Es la medida de lo que ahora puede representar escribir un buen libro de viajes, estar dos o tres meses en un lugar. Otro asunto es lo de Robert Byron, que se pasa un año y medio. Paul Theroux también hace viajes largos, para En el gallo de hierro estuvo un año en Asia. Según cómo lo enfoques, para un libro de viajes no necesitas estar tanto tiempo fuera de casa. No deja de ser una creación artística, tienes que mirar alrededor y tratar de llegar a conclusiones. Los libros que más me han impactado en ese sentido no han sido concebidos tras un viaje de mucho tiempo. Ahí tienes Nocturno hindú, que es una maravilla. Tabucchi lo escribió después de un viaje a la India, quedándose con la esencia. De lo que se trata es de intentar percibir el fondo de ese lugar que, a veces, los propios habitantes ya no perciben, se les escapa por la monotonía de la mirada. Lo que hacen los libros de viajes es saciar el hambre de vivir fuera, porque te van ofreciendo dosis constantes, te vas asomando todo el tiempo a otros lugares.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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