Jorge Carrión y «Los muertos». (Interview in Progress)

Nos encontramos en un momento interesante. Las nuevas tecnologías permiten jugar con el lenguaje narrativo y, como estamos viendo, la novelística se está nutriendo de esos nuevos parámetros estilísticos que, en realidad, no dejan de estar conectados con los que ofrecían los que, ahora, se consideran clásicos. En sus respectivos momentos, nada existía como El Quijote, nada como el Ulises de Joyce, nada como Rayuela de Julio Cortázar. La experimentación forma parte de la creación misma. Y se agradecen los riesgos que algunos autores, jugándose el pellejo ante la crítica tradicional y los «lectores pasivos» (pero no menos exigentes), asumen para defender nuevas variables en su labor de contar historias. Lo que no quiere decir que pasen a formar parte del Olimpo literario, algo que se verá con el tiempo, más bien hablo de abrir caminos.

Jorge Carrión (Tarragona, 1976) acaba de publicar Los muertos (Mondadori), un «artefacto» que no funciona en línea recta, sino que permite varios niveles de lectura. La propia novela propicia un experimento que queremos desarrollar en Revista de Letras:

La «interview in progress»

A partir de un primer diálogo, que reproducimos a continuación, abrimos puertas para una relectura del libro, lo que permitirá ampliar lo ya expuesto con nuevas preguntas y respuestas. Y para pluralizar la experiencia, invitamos a los lectores del libro y a quienes se interesen por los temas abordados, a participar haciendo uso del recurso «comentarios». De esta manera nos iremos deslizando por Los muertos en base a la experiencia lectora. Esperamos que el proyecto nos lleve a conclusiones interesantes. Os animamos a formar parte de él.

Los muertos

Para abrir boca, y en vista de que cada lector podría explicar la novela a su manera, comenzaremos con la exposición que hace el propio Jorge Carrión en su web a modo de sinopsis inicial:

En una ciudad infernal, donde los recién llegados del «más allá» son tratados como inmigrantes ilegales, el protagonista deberá buscar su identidad recurriendo a «adivinos», capaces de saber el pasado. Pronto se verá inmerso en una espiral de mentiras, violencia y sexo, y rodeado por personajes de todo tipo, desde un jubilado atormentado por sus falsos recuerdos hasta la mafia, agentes de la CIA y la mismísima presidenta de los Estados Unidos, Hillary Clinton. El laberinto ha sido planificado por dos misteriosos artistas, que acaban de desaparecer en una isla desierta.

¡¡¡Atención: Esta entrevista contiene spoilers!!! (detalles que revelan parte del argumento)

Foto © Àngels Ribas

Con Los muertos das una vuelta de tuerca a tu mundo narrativo. La idea surgió en un viaje por Jordania, mientras leías a David Grossman. Esa idea inicial, ¿llevaba directamente a algo tan complejo como lo que ha resultado al final?

Totalmente. Primero se me ocurrió la estructura. Era un libro que consistía en una obra audiovisual en formato narrativo, enmarcada en el género del thriller en su primera y tercera parte, y en el género del ensayo en su segunda y cuarta parte. Esos ensayos te obligaban a pensar de nuevo y a replantearte todo lo que habías leído. También tuve claro los personajes de George Carrington y Mario Alvares y la imagen inicial que, incluso, tengo escrita en mi cuaderno de aquel de viaje, con el Nuevo que abre los ojos, se encuentra en un charco en el callejón de Nueva York y parece que acaba de materializarse. La diferencia entre ésta y otras ideas que he tenido para mis anteriores trabajos, es que en esta ocasión, desde el primer momento, supe que se trataba de una novela de ficción.

¿Lo audiovisual había estado tan presente en tus anteriores obras?

No, tenía muy poca importancia. En Australia, sobre un viaje que hice en 2002, empecé a pensar en la pantalla, pero el viaje había sido hecho antes de que yo utilizara las herramientas de Google para viajar, de modo que era un libro de transición entre el viaje pre-tecnológico y el totalmente virtual. Es cierto que aparecían el video, la televisión, la pantalla del avión… pero era algo en lo que yo no había reflexionado a fondo. Pensándolo ahora, La piel de La Boca, donde utilizaba la cámara de video, y Crónica de viaje, un libro de artista en formato Google, fue el tránsito que me llevó a Los muertos. El caso es que hasta 2005 estuve viajando, no tenía ordenador ni televisión, me alojaba en lugares muy precarios, y cuando surgió la idea de la novela fue cuando ya tenía un lugar propio, disponía de esa tecnología mínima y había comenzado a ver teleseries norteamericanas.

¿Los viajes son los que te motivan a escribir?

Hasta ahora era así.  De hecho Los Muertos forma parte de una trilogía, aunque no estricta, cada libro se podrá leer de manera independiente. Esta primera parte y Transjordania, que será la tercera, se me ocurrieron en dos viajes consecutivos a Jordania. La intermedia, que se titulará Los huérfanos, la pensé en España. Y es la primera vez que pienso un libro y comienzo a escribirlo aquí, aunque me resulta imposible escribir en mi casa, tengo que trabajar en apartamentos prestados o en hoteles, en Llançà, en Mallorca, en Perú…

Me molesta que ya te estén catalogando por el libro, poniéndote etiquetas que, sinceramente, no creo que correspondan a lo que has escrito (que si “afterpost”, que si “nocilla”…). Es cierto que Los muertos presenta mucha experimentación con el lenguaje, el metalenguaje, las referencias, las formas narrativas, incluso utilizando la ironía en cuanto a lo ensayístico… Pero no te veo en esas ondas donde te pretenden incluir.

Si analizas cualquier obra de manera independiente, ninguna pertenece a un grupo concreto. Para mí, las obras que pertenecen a la “Generación Nocilla” son Nocilla Lab, Nocilla Dream, Nocilla Experience, Carne de Píxel y Postpoesía. En pleno siglo XXI, cuando lees y piensas, es muy difícil hacerlo en términos colectivos. Al margen de eso, yo no me veo en ningún lado más que en mi propio camino. La mayor parte de mis libros los he pensado y escrito sin conocer la obra de los autores españoles que ahora son mis contemporáneos. Cuando conocí a  Lolita Bosch, a Manuel Vilas, a Agustín Fernández Mallo, a Patricio Pron o a Elvira Navarro mi poética ya estaba absolutamente configurada. Leí El vano ayer de Isaac Rosa hace seis años, cuando ya había escrito todos los textos de La brújula y gran parte de Australia. Cada escritor hace su camino y lo interesante es, con el transcurso del tiempo,  verlo desde la “literatura comparada”. El problema de muchos periodistas culturales es que sacan conclusiones antes de leer las obras, mirando contraportadas y dejándose llevar por intuiciones. Esa no es la manera correcta: hay que leer al menos medio centenar de libros para hacerte una idea cabal de qué está pasando en la literatura española. En mi caso, lo que creo que me diferencia de algunos de mis contemporáneos y que me podría acercar a otros (como a Isaki Lacuesta, como a Félix Bruzzone) es la preocupación que tengo por la memoria histórica y por el problema de la ética, cuestiones ajenas, por ejemplo, a la obra de Agustín Fernández Mallo, quien rechaza frontalmente la dimensión ética de la literatura. Me parece respetable, pero no es lo que opino y defiendo.

Los muertos, a pesar de todo lo que le podamos encontrar de experimental, está más conectada con la narrativa clásica. Y, al tratarse de un libro que exige mucha atención, requiere de la complicidad del lector.

La gran apuesta retórica y estilística de la novela es la elipsis. Era muy fácil que tuviera el triple de páginas. Eso representa trabajar con los agujeros negros, con los vacíos de significado, con el contrapunto como salto vertiginoso. Y con eso te arriesgas a que el lector no pueda saltar el abismo, y que caiga en la red. Aunque la elipsis sea un recurso literario clásico, creo que sin la experiencia de ver teleseries norteamericanas yo no hubiera llegado a ese uso extremo de la elipsis. Quizás no hay una tradición narrativa que me haya educado en ese sentido ni el lector podría seguir la novela como espero que lo haga sin haber pasado por series como Lost, que nos ha habituado a leer elípticamente con recursos narrativos muy sofisticados y a una gran velocidad, lo que tal vez permite que Los muertos sea leído así. El clasicismo que comentas lo vería más en términos de relectura. Una primera lectura sería en clave audiovisual y una segunda en clave absolutamente literaria.

En el caso de Lost se ha producido un hecho excepcional: la participación y las teorías que circulan por internet entre los aficionados son seguidas por los guionistas quienes van moviendo piezas teniendo en cuenta lo que se va diciendo. Esto es algo que se destaca en el segundo ensayo incluido en el libro y creo que también podría formar parte de la vida de tu novela, aunque en este caso el libro es el que es y no hay piezas que mover.

Tienes razón, pero lo que diferencia la obra de Carrington y Alvares de la de J. J. Abrams o de la de otros creativos de televisión es que mis personajes firman un contrato según el cual la cadena FOX no podrá cambiar nada del guión. Eso no sucede en el mundo audiovisual real, en el que, después de “x” capítulos y según la audiencia y ciertas cuestiones comerciales, se altera la línea argumental según convenga. Yo uso un modelo comercial que no existe y que permite que el autor de una teleserie pueda mantener el control hasta el final. Esto crea un cortocircuito. Y es, precisamente, lo que hice yo mismo. Cuando comencé a escribir Los muertos, decidí no cambiar nada de la estructura ni de los objetivos, independientemente del resultado final. Es decir, si en lugar de publicarla en Mondadori, en la que no tuve que cambiar ni una coma, hubiera tenido una oferta de otro editor que me propusiera modificar algo, no habría aceptado. Lo he hecho también con mis otros libros, pero en este caso era muy importante, porque se trataba de un compromiso parecido al de Alvares y Carrington. Me interesaba que los fans expandieran la obra, no controlarla, que es lo que ocurre con las teleseries. Por eso es mejor The Wire, cuyo éxito fue posterior al final de la obra y el público ya no puede intervenir, que Lost, con su éxito paralelo a la producción y cuyos fans han intervenido demasiado. No creo en la democracia participativa en el arte, cuyo resultado depende del creador, no de sus consumidores.

Lo que se está  generando tras la publicación de Los muertos, ¿te puede influenciar de alguna manera en los otros dos libros?

No, ya soy demasiado viejo para eso. Puedo entender que se aborden estas cuestiones de la influencia de la crítica o de la opinión de los lectores cuando se es más joven. Por ejemplo, tuve muchas dudas con Australia. Fue un libro que me ocupó siete años entre el viaje, la documentación y la escritura. Y dudé mucho. Incluso tuve la insinuación por parte de una editorial que me propuso la publicación si cambiaba la voz del narrador de segunda persona a primera. Pude haberlo hecho porque en ese momento era un escritor más inseguro. Pero no lo hice. Estas navidades trabajé mucho en Los huérfanos, quería tenerla muy avanzada antes de que saliera publicada Los muertos. Si estás convencido de lo que quieres hacer, no tienes motivo para dejarte influir por la recepción.

¿Considerabas totalmente imprescindible incluir los dos ensayos después de  las narraciones?

Sin duda, porque la novela es un todo. La novela es el artefacto de los tres tipos de textualidad: la ficción estricta, el artículo cultural a modo de crónica y el ensayo académico. En este sentido hay dos temas importantes. Martha H. de Santis (que, cuando finaliza la primera temporada está haciendo un máster de escritura creativa y, años más tarde, en el 2015, publica la novela oficial de Los muertos), Jordi Batlló y Javier Pérez son tres personajes ficticios y no estoy de acuerdo con ellos respecto a sus análisis de la obra. Son narradores no fiables, hay que desconfiar de ellos. Es más, Alvares y Carrington, después del ensayo final de estos dos últimos, se burlan de Larry King, que está generacionalmente más cerca de Batlló y Pérez. Y cuando se burlan, están diciendo “cuidado con la opinión de la gente de más de 45 años sobre nuestra obra”. Por otro lado, era muy importante en una novela que tiene esa dimensión audiovisual hablar de dos factores abordados por Martha H. de Santis: el primero es la repercusión de la obra. Era importante cambiar el plano narrativo y hablar de la influencia de Los muertos para plantear un debate ético y hablar del fenómeno de las fan fiction y de la influencia de los fans en el mundo contemporáneo. Me parece una figura fundamental para entender la sociedad actual. El segundo factor era que, el ensayo académico resultaba muy importante y la mejor forma que encontré para hablar de la dimensión audiovisual. Lees la novela y no puedes entender que hay una música, unos actores que han interpretado sus papeles, unos movimientos de cámara, unos títulos de crédito, un montaje. Si no entiendes que te has perdido un 90 % de la historia, no puedes entender tampoco que la traducción de una teleserie al lenguaje novelesco o de una novela al audiovisual es imposible. Sin esa imposibilidad la novela no tiene sentido, porque lo que se pone de manifiesto es cómo narrar lo imposible.

Y de ahí surge la relectura.

Puede ser una relectura mental, porque además ellos aluden a imágenes que tú, como lector, no estás seguro de haber leído o que quizás no están presentes en el texto.  Si lo relees y lo ves, lo compruebas. Pero la mayor parte de las cosas que se ven en una película no se pueden narrar. Por eso el fragmento de la novela de Martha H. de Santis es tan insatisfactorio para el lector, porque es redundante.

Es Martha H. de Santis quien expone la importancia del personaje de ficción en la realidad, cuando invade la vida de sus fans y se convierte en un ser vivo. Con el protagonista de Los muertos, el Nuevo, se invita a eso, mostrándole en dos interpretaciones diferentes que pueden provocar reacciones en el lector.

Estoy de acuerdo, pero me ha intrigado que digas lo de “protagonista”. Para mí los protagonistas son Mario Alvares y George Carrington, aunque aparecen muy poco y apenas sabemos nada de ellos. ¿De verdad lo ves como protagonista?

Por como se le presenta y sus experiencias, lo veo así, al menos en la serie.

Yo veo más protagonista al Viejo.

Quizás lo ideal es la fórmula utilizada por David Simon en The Wire, que iba modificando a los protagonistas y secundarios en las diferentes temporadas… Pero en el prisma de personajes que nos ofreces, el Nuevo es mi protagonista.

Ahora que lo dices, no me había planteado todo esto. De algún modo Nadia es la antagonista, pero en la segunda temporada, después de veinte años, es muy simpática, como si fuera otra persona… Mutan… Al hilo de lo que expones, ahora que lo pienso, en la primera temporada la protagonista es la comunidad integrada por Gaff, todo el círculo y, quizás, el Nuevo. En la segunda temporada, sería la comunidad integrada por el posible Tony Soprano, el otro posible Tony Soprano, Michael Corleone, Bonpensiero  y compañía. Viéndolo así, podemos tener a George Carrington y a Mario Alvares, al elenco de actores y a los técnicos que, en clave utópica, se van a ir a la isla, como una comunidad. Los fans que han movilizado todo el fenómeno de Los muertos formarían otra comunidad. Y la comunidad de las dos temporadas sería la protagonista de la novela. Quizás la novela platea la posibilidad de que una novela actual no tenga por qué tener protagonistas clásicos, sino que varios círculos o redes de personajes puedan actuar como protagonistas. Interesante. Sería una novela en red. Lo cierto es que, cuando tengo a un protagonista definido, lo quito de en medio y lo convierto en un secundario. Aparte de esto, en la segunda temporada, además de la comunidad, la protagonista es la Pandemia, una amenaza abstracta.

Me ha gustado mucho todo lo que se ha generado para internet, con los trailers del libro y la información que invita a la lectura pero también a seguir indagando en la novela con material complementario.

No tiene sentido montar un aparato tecnológico para una novela que hable de la Edad Media. Si la novela no lo reclama, no voy a hacer este tipo de cosas. Los muertos te obliga a pensar en esos dispositivos extra-novelescos que amplían sus significados. Tuve suerte de encontrarme con Sergio Espín, a quien hacía tiempo que no veía, y que ideó los trailers que casan muy bien con el espíritu de la novela. También es importante lo de Twitter, el blog, Facebook, porque son formas de ampliar los significados. Tenía muchos epígrafes posibles para la novela. Me decidí por los de Malcolm Lowry, César Aira y Don DeLillo en parte por ser los más adecuados y  también porque no tiene sentido dedicar diez páginas a epígrafes. Pero sí lo tiene hacerlo en un blog, porque un lector interesado en el tema lo podrá encontrar ahí. Lo hago en Twitter y luego lo vuelco todo en mi blog. Es un archivo más que puede iluminar o no la novela.

Decías que pudo ser más densa. Con todo este nuevo contenido, la forma y la amplitud de Los muertos se expande.

La idea es esa. Durante mis viajes hago crónicas para el blog, pero no pienso publicarlas en papel. Hay que pensar en términos de material libresco y de material digital. Es muy interesante que, en la Red, la novela tenga una presencia que vaya más allá de los límites del libro, con ese contenido que es válido en un formato virtual, pero que no tiene por qué convertirse en papel. Los huérfanos va por otro lado, no tendrá nada que ver con Los muertos ni con lo que se está generando en internet.

Pero alguna conexión habrá entre las tres novelas para que las consideres una trilogía.

Algún nexo tienen, pero no el que el lector pueda esperar. Mi intención es que sea más interesante aún de lo que un lector de Los muertos pueda esperar.

(Continuará…)

José A. Muñoz

Extras

Trailer uno, de Sergio Espín

Lee la reseña de Jordi Corominas i Julián clicando aquí

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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