Kepa Murua: “Ahora me acerco a la gente y la gente tiembla”

Kepa Murua (foto: María José de Acuña)

Kepa Murua (Zarautz, 1962) lo tiene claro, sabe de la existencia de autores alegres y extrovertidos, pero no es su caso, siempre ha encontrado refugio en la soledad y salta a la vista que, más allá de la charla afable y distendida que nos disponemos a mantener, se reserva un espacio que sólo él habita, en el que me pregunto si habrá dejado entrar a alguien alguna vez.

Nos encontramos un jueves por la mañana en mi territorio, delante del Español, donde suelo citar a mis amigos, a los escritores que entrevisto y a los hombres que me gustan. Soy una mujer de pocos lugares, de recorridos repetidos que voy cargando de significado. Hay quien elige el cuerpo para tatuarse historias, yo elijo la ciudad; y Kepa, que acaba de cruzar la barrera de los cincuenta, un proyecto que, a primera vista y teniendo en cuenta todo lo que ha vivido, puede parecer titánico: la redacción de sus memorias, de las que la editorial Milrazones acaba de publicar el primer volumen, Los pasos inciertos, que habla de su experiencia como poeta metido a editor entre 1996 y 2004; 293 páginas de reflexiones y sentimientos provocados por el mundo de la literatura visto desde la periferia y los nombres que lo protagonizan; un ejercicio de sinceridad extrema que, como me contará a lo largo de nuestra conversación, le ha pasado factura.

El día es gris, quedan minutos para las once y, mientras le espero, me encuentro con mi vecino que, antes de subirse a la moto, al verme palmear con mis guantes nuevos, recuerda que ha olvidado los suyos en casa y vuelve atrás, porque hace esa clase de frío que invita a proteger las manos. Y es en el paréntesis entre la ida y la vuelta de José Luis cuando Kepa, protegido con una bufanda a cuadros que no se quitará ni dentro del café, aparece al otro lado de la plaza de Santa Ana, acompañado por Maria José, que nos ha puesto en contacto y me trae un ramo de flores pequeñas, blancas y violetas, como regalo.

La mirada ingenua

En 1996, Kepa Murua pone en marcha la editorial Bassarai y se convierte en editor “por necesidad, para cubrir un vacío y crear una infraestructura de la que el País Vasco carecía y cuya ausencia nos obligaba a venir a Madrid si queríamos publicar”; pero no deja de escribir. Al revés, sin desatender la poesía, el ensayo y sus coqueteos con el periodismo, comienza un diario íntimo en el que recoge no sólo la evolución de Bassarai, sino también los encuentros y desencuentros cotidianos con la gente del sector y, en definitiva, el transcurso de sus días impregnados de literatura a uno y otro lado de la trinchera.

Le pregunto cómo fue capaz de abordar tanto y me responde que otros ya lo hicieron antes que él. Cita a Carlos Barral, Manuel Altolaguirre, Javier Lentini… y me confiesa que, aunque durante los primeros años llevó bastante bien el doble papel, finalmente venció el poeta: “una vez abandoné mi labor editorial, me sentí más libre y más feliz; si bien el que soy ahora no cree lo mismo que el editor que fui en los noventa. Muchos valores que tenía entonces, que defendía con firmeza, no se consolidaron. Entre aquellos años y el día de hoy, he perdido energía, fe y expectativas. Ese desgaste es el que me ha quitado las ganas de editar en el mundo que me rodea”.

Aún así, y afortunadamente, la mirada ingenua, susceptible, que todo artista debe proteger para jugar e interrogarse acerca de la realidad, no murió del todo. La identifico en los ojos de Kepa, que me parecen grises y mantienen un brillo constante, cuando abordamos el tema central de esta entrevista: ¿Cómo puede convertirse lo escrito para uno sólo en lectura para el gran público sin cambiar ni una coma ni borrar una opinión? Porque eso es lo que son Los pasos inciertos: “en 2008 me doy cuenta del valor literario y documental del diario y mi decisión de no sacarlo a la luz comienza a cambiar. Había empezado a escribirlo para no olvidar, como un desahogo, de ahí su impronta contundente, no pensada, casi automática…”; de ahí su a veces hasta incómoda autenticidad.

“Antes de Bassarai, nunca había escrito autobiografía. Empecé con la editorial y lo dejé en 2012. Es un proyecto terminado. No quiero escribir más así, porque me hago daño y hago daño a los demás. Es un proceso catártico y también doloroso; si sigo con él, no seré feliz y otros no serán felices… quiero poder conocer a amigos, escritores y mujeres, y que no estén pensando si más tarde escribiré sobre ellos y qué diré. Desde la publicación de Los pasos inciertos me acerco a la gente y la gente tiembla”.

“Aún así, no tengo la sensación de haberme traicionado a mí mismo, ni de haber traicionado a nadie, porque me he callado muchas cosas, siempre debe quedar algo sin contar”.

El futuro y la libertad

Le va bien, “me siento seguro, libre y feliz, tanto en lo personal como en lo profesional. Ser editor me hacía ser más cauteloso”. Con veinte libros a sus espaldas, Los pasos inciertos se dispone a iniciar su andadura digital; a la vez, tiene en las librerías el poemario Escribir la distancia y, en breve, presentará su primera novela, Un poco de paz, descrita en el dossier de prensa de la editorial como “el viaje al corazón de un hombre que decide volver sobre sus pasos para pensar de otro modo el deseo, el amor, el peso de la conciencia o la soledad sin perder la frescura de la vida ni los matices del paisaje”.

Me gustaría saber qué parte de él ha volcado en su inminente protagonista y le pregunto cómo se consigue ser libre: “En el mundo literario la libertad se debe muchas veces a la marginalidad, que solo es un lugar cómodo cuando se es joven o demasiado osado. La libertad es un viaje importante que hay que saber administrar, hay que saber respetar a quien no tiene la misma mirada que tú. En mi caso, cuando alguien me imponía unos límites he buscado otro camino. Puedes ser libre acompañado, bien o mal acompañado; y la realidad te tiene que tocar algo. Hay que mojarse, yo me he mojado desde la independencia más absoluta, he permitido que la realidad y el análisis se hayan ido introduciendo en mi literatura”.

Vive sin tele, quizás por eso duda cuando le pido opinión sobre la “literatura basura”. Quiero saber si cree que existe y lo que tiene claro es que el público se ha dejado guiar por el marketing editorial  y “el espacio visible para los buenos libros es cada vez más difícil de encontrar. Hay poca gente preparada para ellos… hay que cambiar la mirada, apostar por la literatura de calidad y crear espacios nuevos”, es ahí, me dice, donde reside la supervivencia del soporte papel: “el libro quedará como un testimonio vital en un mercado muy limitado, pero no morirá”.

Cuando me despido de Kepa hago algo que no tengo por costumbre: le pido que me firme mi ejemplar de Los pasos inciertos, porque me ha parecido alguien capaz de transmitir una cercanía extraña y me ha gustado su autodefinición, “me considero un hombre muy normalito”, y su honestidad a la hora de reconocer que no se puede ser poeta las veinticuatro horas del día.

Kepa Murua, en sus memorias, muy recomendables para todos aquellos que quieran mirar debajo de la alfombra del sector, utiliza menos palabras cuanto más íntima es la confesión. No sé si él se ha dado cuenta pero, en contra de lo que afirma y lo que cuenta, no creo que haya que temerle… más bien hay que alegrarse si, en algún momento, se forma fugazmente parte de su historia.

Marina Sanmartín
La Fallera Cósmica

Marina Sanmartín

Marina Sanmartín (Valencia, 1977), periodista, escritora y librera, es "La fallera cósmica", premio RdL a Mejor Blog Nacional de Creación Literaria. Actualmente trabaja en su primera novela, "El principio del desierto", tras la publicación del libro de relatos "La vida después", editado por Baile del Sol.

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