«Las teorías salvajes», de Pola Oloixarac

Las teorías salvajes. Pola Oloixarac
Alpha Decay (Barcelona,2010)

Querida Pola,

te escribo aquí porque no encuentro tu perfil en Facebook. Me agregaste como amiga, tras yo pedírtelo, y una semana después has desaparecido. Me pregunto si la razón de ese hacer mutis por el foro no está directa u oblicuamente relacionada con la actitud de Johan Van Vliet en tu novela sobre sus Transmisiones Yoicas. Quiero decir si no habrá sido la amigable ferocidad de tus miles de agregados lo que te haya empujado a tomar la decisión radical de borrarte del mapa, o de interponer entre tú y ellos —entre tú y nosotros— la negrura de un telón de scripts administrados por los nerds de Palo Alto. O quizá sólo sea una estrategia cinegética tuya: huir a una selva tropical que te sirva de atalaya para desde allí, oculta entre la espesura, observarnos, analizarnos, investigarnos: teorizarnos. Pero me atrevo a decir que tienes miedo, Pola. Miedo de que uno de estos días cualquier taxista que haya leído decenas de veces El guardián entre el centeno te recoja en una esquina lluviosa de una ciudad del cono norte del mundo. Así los taxistas, así la fama.

Puede que hayas mantenido con ese mundo una actitud equívoca. O quizá el mundo se haya formado una imagen errónea de Pola Oloixarac, por culpa del reflejo público que emanan tus actividades de savant disfrazada de aterpoppy cultural. El canto, la antropología, la escritura, la filosofía, tu argentinidad no eran razones suficientes para catapultarte al Hall Of Fame en que te encuentras. Pero si a ésas les unimos tu condición femenina, tu inteligencia y tu natural belleza, Pola, obtenemos para el terreno artístico lo que para el fútbol es Diego Forlán (Messi es mejor, pero algo más feo). Algo muy injusto, desde luego. Injusto para los hombres, para las feas, para las otras guapas, para quienes escriben y para quienes leen, para los auténticos nerds, para los que no leen ni escriben ni lo harán en toda su vida, para toda esa alteridad insignificante. Injusto también para ti, Pola. Porque leo críticas de tu novela y en todas ellas sus redactores no han evitado la tentación de significarte en alguna o varias de las categorías que he mencionado. No pueden valorar solamente tu libro: también tienen que sopesarte a ti o algún aspecto tuyo, alguna característica o aptitud extraliteraria, la que sea. La envidia los define y mueve. Dijo Montaigne —tantas cosas dijo—: “Se ha de rebajar el oro mediante algún otro material para adaptarlo a nuestro servicio”. ¡Oh, Pola, son tan predecibles!

Cuando te editaron en España y leí las primeras reseñas de Las teorías salvajes (que tú abreviabas en tu espacio de Facebook con un encantador LTS), fui corriendo a comprar el libro. Lo devoré en una noche insomne en la que eché en falta la costumbre del mate y los puchos. Tan inmenso es, Pola. Tan bestia cabría decir. Me enamoré de inmediato de la teoría sobre la que armas la narrativa y las disquisiciones ensayísticas insertas en LTS. Tú, en un libro de bolsillo —un hardcover de luxe con tamaño de paperback—, zanjas las motivaciones que me hicieron caer rendida a los pies de mi profesor de Estética en la facultad, y otorgas por fin, a través de Kamtchowsky, un sólido sentido poético al Ser nerd, sin los lloriqueos portuarios de Junot Díaz ni la carga peyorativa implícita en las torsiones de cuello post-universitarias —prosa/prosaica—. Por cierto, ya que estoy déjame que te diga qué grandes veo los nombres adjudicados a los personajes de tu novela. Ese Pabst, con su estar-a-un-lado onanista, interviniendo dialéctica pero no materialmente, cual director de cine que se apropia escenas ajenas (en tanto creaciones espontáneas por él incontrolables) a las que su mera observación sesgada dota de sentido crítico. La propia Kamtchowsky, que fusiona las nociones del empirismo kantiano con la faceta de activista político del otro Chomsky; y que también trae a la memoria la inhabitabilidad de la capital de Kamchatka. Andy y Mara, reciclando la Arcadia en impasses lisérgicos de trascendencia adulterada. Rosa Ostreech, cuyo apellido, como contraposición entre la belleza descrita del personaje (y de su nombre propio) y la fealdad canónica atribuida a las avestruces, funciona como un oxímoron terrible. Qué decir de Van Vliet, siendo éste uno de los más reputados comerciantes mundiales de flores, y conociéndose tu amor por las orquídeas. Nada es casual en LTS. A cada detalle le has transmitido tus afinidades, tus conocimientos, tus teorías, tu estar-en-el-mundo, tu yo. Diría que nada es arbitrario en ti —y perdóname si crees que estoy cayendo en lo mismo que critico en los demás: en el secuestro del sujeto con la excusa de analizar el objeto; sigue leyendo y verás que no es así—, pues hasta el nombre de tu blog, que existe fuera de la ficción y mencionas en LTS, tiene resonancias asociadas a las atribuciones con que la alteridad cincela tu imagen: el magazine de Melpómene —cortazarianos cogotudos—, la mujer que lo tenía todo pero no era feliz. ¿Qué es necesario, pues, para ser feliz? ¿Que nos falte (de) algo? ¿Algo alcanzable con cierto esfuerzo pero que, cuando se consiga, el premio adherido al código de barras, su bonus, sea la pérdida de parte de lo que ya se tenía o el establecimiento de nuevas metas? Toda ganancia implica una pérdida, dijo un Anónimo. Puede que tú hayas perdido una intimidad que no sabías que tenías, que nadie sabe que posee hasta que ésta desaparece por inundación de los otros. Consuélate con el mal ajeno: yo, a causa de Las teorías salvajes, he perdido mi trabajo.

Foto: José Luis Amores

Compra el número de septiembre (857º) de la revista TELVA. En su página 64, que te adjunto, encontrarás una entrada a dos columnas de tu novela y tu persona. No sólo esas dos, sino la página entera eran responsabilidad mía. Pero ya no lo serán. Ahora es obligado citar a Sterne: “El cuerpo y la mente de un hombre son exactamente como un coleto y su forro; si se arruga el uno, se arruga el otro”; así yo al aceptar aquella labor infame. ¿Cómo extractar literatura en una sola página de la que más de la mitad se derrocha en fotografías y fuentes XXL? ¿Cómo hacer una selección, además, en un contexto de casi sólo moda y belleza? Se me exigían lecturas prêt-à-porter, fácilmente adquiribles, fácilmente digeribles, fácilmente fáciles. Como eterna becaria, todas las noches visionaba escenas aleatorias de El diablo se viste de Prada, y en mi móvil asocié al número de teléfono de mi jefa un gif animado con la jeta gruñente de Meryl Streep. Me consolaban los anuncios de la página a la diestra de la mía: al corte, y en tu número un magnífico bolso de MaxMara de los que en el invierno de 2007 eran vulgarité en el Boulevard Haussmann (ya los deseché): un magnífico oxímoron visual. Mi sección se llama(ba) Tiempo Libre-Libros. La literatura como entertainment. Inanidad vestida de letras.

Pero iba consiguiendo pequeñas victorias. Me encargaron editar una entrevista a Eduardo Mendoza. En el número de mayo de este año las dos columnas de la derecha fueron para Elvira Navarro —ahora esperamos que Granta la seleccione para su próximo número—, y no advirtieron que de Luis Landero dije que sus argumentos son inconsistentes, o que la última novela de Pérez-Reverte es un folletín romántico y sus personajes, harto escépticos. En junio yo estaba de vacaciones, así que hicieron lo que les dio la gana. Ya para julio tenía la idea de introducir, en corto, Las teorías salvajes. Pero mi jefa dijo quién es ésta y le respondí que una filosofa, como Muriel Barbery (a quien ella adora) pero argentina. Me obligó, pues, a reseñar La elegancia del erizo. Menos da un pedrusco, y ya tenía la venia para tus dos gloriosas Columnas de Hércules: el límite del mundo conocido por las vociferantes lectoras de las revistas de moda y belleza. ¿Cómo iba yo a saber que las compradoras de TELVA harían caso de mis recomendaciones, que irían a la librería con la página arrancada de la revista y directamente pedirían el libro este al dependiente, como ya hicieran con Barbery o —eso imagino— Navarro? Ni cuando ponderamos los efectos de la baba de caracol sobre cutis avejentados tuvimos tantas quejas y reclamaciones. Me defendí aduciendo que LTS era la evolución literaria natural para las lectoras que hubiesen disfrutado de la antología de aforismos de Montaigne que la Muriel incluía en su novela sobre porteras parisinas. Intenté defenderme esgrimiendo un arquetipo Oloixarac al que toda mujer debía aspirar. Esto último fue la puntilla. Al postular una evolución vertical (hacia arriba) de la lectura, y no horizontal (inter-géneros) —un aprendizaje lector, como aconseja René López Villamar: “leer es como jugar al bádminton” (tarea de campo: buscarlo en Google)—, había puesto a prueba la capacidad intelectual del grueso de lectoras de TELVA. Y el fracaso de éstas en la comprensión de LTS devino ruina personal de quien la reseñó en tan antinatural medio para ello. Me desvío. Quiero decir que ahora estoy en el paro. Resumiendo.

De todas formas no podía seguir con aquella tensión. Hubo momentos en los que me sentía como el pez Yorick de Las teorías salvajes: asediada por la mirada felina del Montaigne más administrativista. Como esa antagonía animal que se respira en algunas partes de tu novela. Antipatía que también late en la imagen de la portada de LTS entre todas las demás Novedades. Aunque toda LTS es tensional, permíteme que te lo diga. Ese estrés, además de reflejarse en la hostilidad que se da entre los mundos difícilmente reconciliables que recreas en la novela, se infiltra en la prosa: las torsiones ensayísticas que fuerzan el estilo mantienen una relación más allá de la mera estética con su semántica. La agresividad del método es alegoría basal de las Transmisiones Yoicas. Violencia suscitada como reacción del miedo humano a lo atávico. Un miedo paranoico que compartían Hobbes y Rouseeau. Si lo pensamos, casi todos nuestros actos nacen de ese temor innato. Si lo pensamos, aprenderíamos a morir (Montaigne), y ya no lo tendríamos (el miedo).

Así, LTS es un tratado sobre la violencia pánica disfrazado de novela. Un horror accionado mediante artefactos y estrategias de guerra. Juegos que distraen nuestras mentes del fin último. En este contexto te vemos, Pola, como una dj del paroxismo contra un background mixto: el sampleado icónico con que revistes tus verdaderas intenciones, y que proporciona contexto al mensaje. Tal graffiti hubiera surtido el mismo efecto, al menos en mí, embadurnando otras épocas, otros entornos. (No te la clasificarían entonces en el género universitario, aunque encontrarían otro: estos españolitos tan cofrades, siempre con las taxonomías al hombro.) Pero ya no sería Pola quien la hubiera escrito; a lo mejor un Pynchon filosófico que no acierto a descubrir ahora mismo. Mejor así: LTS atrae a un segmento potencial más amplio y menos rancio. Adoradores de los patchworks culturales que se regocijan ante el reflejo propio en un puñado de borrones de tinta. La comprará más gente siquiera por leer un video de Kamtchowsky violada en los baños de una discoteca industrial y colgado en YouTube. O por ver con tus palabras la simulación de una Buenos Aires destruida en un Google Earth crackeado. Texto rodante antes de los créditos: “Se acabó. Por fin”.

Antes del The End déjame que te diga la gracia que me hizo el ramalazo xenófobo de Pabst a cuenta de los performancers europeos que van a Buenos Aires a montar su numerito vanguardista. Piensan, viene a decir él, que en lo que ellos asumen como Tercer Mundo se encontrarán más cómodos escenografiando sus paridas huérfanas de escena cultural sólida. Reciclan sus liderazgos en una baratura de la que después presumir y así sentirse vivos tras primeras y ulteriores muertes. Lo que pienso has hecho magníficamente tú, al embarcar tu obra rumbo al otro lado del Atlántico. Aquí, donde las actitudes teóricamente salvajes se ocultan en simulacros de underground, usando y abusando de la demagogia de las minorías, llega LTS arrasando entre esa concentración minoritaria y saltando, por obra y gracia de periodistas ávidos de una diferencia que no les llega porque en realidad no cesa, de las Quimeras a las publicaciones de kiosco. No hay mayor ni mejor falsedad que ésta: reescribir los laterales de los anuncios de moda con teorías brutales, anunciando así la posibilidad de una tregua entre cuerpo y mente, entre piel y letra.

Sería absurdo intentar mantener correspondencia contigo. En estos días en que los creadores son mediáticos por sí mismos, independientemente del verdadero impacto de sus obras, quizá sea necesario hacer un revival de las viejas formas del ocultismo artístico. Revisar los postulados de marketing que dimos por buenos y desaparecer, dar la espalda al mundo, jubilarse de la escena para así mantener los escenarios intactos hasta la próxima actuación: tu próxima obra. Conversar de vez en cuando con un balón Wilson pintarrajeado con nuestra propia sangre. Cerrarle los ojos al otro. Vivir sin estar pendientes de nuestro reflejo. Ver pasar sin ser sobrepasados por nuestra propia imagen. Y, entretanto, felicitémonos: tú como autora y yo como lectora.

Que especulen, Pola. Tú a lo tuyo, y yo a lo mío. A ver si encuentro algo.

Tuya, con afecto,

(Firma ilegible)

José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com

José Luis Amores

José Luis Amores (Málaga, 1968) es Licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Málaga. Especializado en marketing, ha fundado varias compañías que después ha vendido a diversas multinacionales. En la actualidad ejerce su profesión como freelance. Ha sido colaborador de Diario Málaga y de la revista Papel Literario.

3 Comentarios

  1. estupenda carta para una estupenda escritora!, por eso digo que Pola es: The Wonder Woman del siglo XXI, XXII, XXIII, y así sucesivamente!

  2. Hola, soy el oráculo de la becaria. Me dice que todo el mérito es de la extraña Trasmisión Yoica que sintió aquella noche sin mate ni puchos. Desde entonces renunció a escribir en formatos menores al A3, con preferencia por el A2. Se dedica ahora a rellenar currículums XXL con pocas palabras pero mucha cuestión, signifique esto lo que signifique. Dice que también a ella le gusta O’Brien, y que Johan Van Vliet está en facebook (tarea: buscarlo) y que tiene 563 amigos. No sabe por qué es de repente tan famoso (Johan). Su muro parece una feria icónica, y su pelo el de Cabeza Borradora.

    Corta y cambia.

    Saludos.

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