Ruta cultural por escenarios de la novela | Foto: Sixto Fernández

Lladó: «Barcelona se ha construido a través de lo canallesco»

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Albert Lladó | Foto: M.G.
Albert Lladó | Foto: Meritxell Gutiérrez

¿Recuerdan el final de la adolescencia? ¿Ese momento en el que uno también debe morir para encontrarse? ¿Ese umbral con vistas a un mundo adulto que ya decepciona? ¿Esa sensación de dejar atrás algo no resuelto –la infancia, la pureza, la autenticidad-? Yo la tenía olvidada y la recuperé al leer La puerta, de Albert Lladó (A Fortiori Editorial, Colección Ciudades Literarias).

La puerta funciona como un libro de apuntes –de luces y ausencias- desde el presente al pasado, un presente inestable a un pasado que se escapa, que ya solo aparece muy fragmentario y disruptivo. Una cena, un altercado, una noche, un viaje en tren. No es una historia lineal, ¿acaso lo es la vida cuando ya es recuerdo? Es un libro sobre la autoridad, la libertad, el conocimiento y el paso de la adolescencia al mundo adulto. Un mundo que se presenta imperfecto y por eso se cubre de muerte, máscaras y alcohol. «Saxo, sexo, trompetas y batería», suelta el narrador.

En él hay amor, pasión, engaño, jazz y vómito. También belleza salvadora, y conocimiento, ese gran asidero. Pero no el académico: «Â¿La Universidad? –piensa el personaje central de la novela- Un absoluto y radical aburrimiento, sí. Un lugar marginal, cerca del F. C. Barcelona, un sitio estúpido, una especie de infierno dantesco donde danzaban, condenados, los travestidos que se prostituían justo delante de las puertas de las aulas. Todo son puertas, fronteras. Los alumnos, aglomerados en barracones, intentábamos sortear los condones usados a la salida de clase».

La gran protagonista de La puerta es Barcelona, que el narrador pasea y acopla a su vida: «Ya soy uno de ellos, Barcelona es parte de mi cuerpo. Un brazo, un menisco. Una pierna». Una ciudad a la que, a ojos de Albert Lladó, sus gestores se han empeñado en vaciar de su esencia canallesca, creadora y creativa, para vender a un turismo de masas y marcas. Hay algo de ajuste de cuentas en este texto. Este libro dice lo que los otros callan, y para ello se sirve de la audacia del aforismo y del recuento velado del paso de la vida por la ciudad.

A Fortiori Editorial
A Fortiori Editorial

Es la segunda vez que escribes La puerta
Y no descarto hacer la misma novela cada 5 años, porque a fin de cuentas las novelas siempre cuentan lo mismo: la muerte, el miedo a la soledad, la formación. Volverlo a escribir, es volver a escribir una novela. Es un poco juego de Edipo.

Empiezas la novela matando al padre
Es un libro en el que se trata la autoridad adulta, ¡como si eso existiese! El protagonista se va dando cuenta de que tal autoridad no existe, de que también es una construcción…

El protagonista es un estudiante que llega de fuera, para ir a la universidad
Tenía que ser una mirada virgen y fijarse en la ciudad de una manera que sólo hacemos los que venimos de fuera. Mucha gente de Barcelona de toda la vida no se fija en cantidad de detalles de su ciudad, pero sí el de fuera.

El balcón del piso de estudiante mira al patio del antiguo Hospital de la Santa Creu, que ahora es una plaza muy transitada
En esta plaza estás como en un oasis en el centro de la ciudad, y cuando baja el sol es muy bonita, pero muy triste. Toda llena de mendigos bebiendo, que se quedan en una calma muy extraña. Huele mucho a naranjos. Me parece maravillosa esta plaza, por eso el piso tenía que estar frente a ella. Y el estudiante viene aquí, porque no quiere saber nada de su universidad, y se pone a leer Nietzsche. En un momento dado dice “Es muy difícil tener un buen día leyendo todo el rato a Nietzsche”. Es un tipo frágil, que busca esencias, y no las encuentra en ninguno de los modelos a los que se intenta agarrar.

El estudiante, la filosofía, la ciudad… ¿quién es el verdadero protagonista de la novela?
Barcelona es sin duda la protagonista. Hacia ella hay un amor muy ambivalente, es la ambivalencia absoluta. La belleza y la sangre. Parte de la novela la escribí en una casa que tenía una habitación con una ventanita que daba al convento de San Agustín y debajo de casa se ponía todo lleno de palomas, y las gaviotas se lanzaban sobre ellas. Esta imagen… Adoro Barcelona, pero la odio muchas veces.

¿Qué odias de la ciudad?
Cómo los ciudadanos hemos cedido a que la ciudad la construya lo oficial, porque la gracia de Barcelona es que se ha construido a través de lo canallesco. ¿Por qué existen un London o un Almirall? Porque ahí había unos tipos rarísimos que se emborrachaban y luego todo el mundo les ha reconocido como los grandes artistas. Ramón Casas, Picasso, pero antes de ser Ramón Casas y Picasso como marcas comerciales teníamos tipos que iban ahí a emborracharse y a crear cultura. Y las tertulias… También las hemos perdido. Y esto también tiene que ver con la tecnología y nuestra forma de vida. No lo critico, pero lo constato. Se ha perdido el café como ágora, lugar de pensamiento, y que éste no necesariamente estaba en una universidad cerrada.

Ruta cultural por escenarios de la novela | Foto: Sixto Fernández
Ruta cultural por escenarios de la novela | Foto: Sixto Fernández

¿Qué busca Albert Lladó en este relato de autoficción?
El narrador siempre busca el significado de la palabra libertad. Asocia hacerse adulto con hacerse libre. Ha muerto el padre, deja la casa de la madre, habla del cordón umbilical, incluso. Y la libertad la asocia a antes de empezar a buscar el conocimiento. La novela es también una lucha de dos teorías del conocimiento. La empírica y la racionalista. En la universidad, el protagonista, se encuentra con un tope que le oprime porque es conocimiento, pero en el sentido de acumulación de datos y cifras escritos que no hacen más que alejare.

En su encuentro con el maestro masón, el estudiante descubre un tipo de conocimiento mucho más escondido y que a él ya le interesa, pero que más tarde le resultará rígido por racionalista. Gracias a su novia, Blanca, conocerá el camino de lo espontáneo, pero esto le aporta fragilidad, porque es liquidez. Vive entre estos dos modelos en una constante búsqueda de conocimiento que él necesita para ser libre. Y no lo pasa bien, de hecho le da un ataque de agorafobia total.

Es un libro de ida y vuelta. Tiene dos prólogos. Hay dos arranques
A mí este juego de hacer dos veces la misma novela en la novela me apetecía mucho. Y luego lo que pasa con Blanca, la protagonista femenina de la novela… A mí me gustaba mucho jugar con el arquetipo de Nadja, y Blanca es ese guiño constante a Nadja, que le enseña lo espontáneo de la ciudad, que hay otra forma de conocer. Pero a la vez yo no quería que se quedara en un simple guiño y por eso hay un intercambio de papeles. Al principio los personajes están como muy claros. Él es más racionalista y ella más intuitiva. Y se empapan mutuamente. Blanca acaba siendo muy Albert, y Albert muy Blanca. Y hay un momento en que se yuxtaponen. Por eso esa ida y vuelta.

Además de Blanca, hay otras tentaciones
Claro, si es sobre la libertad, también es sobre la inocencia. ¡El relato perfecto no existe! El papel que juegan la tentación y el deseo en la novela es desestabilizador. Pero claro, si quieren buscar la libertad, también es eso. A los dos los desestabiliza esa tentación.

También hay una noche de altercado con la policía
Tiene lugar en la Rambla del Raval. Me interesaba poner ese altercado para destacar la cuestión de la autoridad. El protagonista topa constantemente con eso que hay entre autoridad y autoritarismo que en él no acaba de cuajar. Es una escena que también tiene algo de divertido, cuando aparece Peret por allí. Pero quería destacar que hay un control constante sobre la ciudad. Ese control lo ha sufrido y lo sufre Barcelona muchísimo y la culpa es nuestra por dejarnos.

Un control que parece ir en aumento
Esta es la sensación. Yo creo que está muy ahogada la ciudad. Lo vemos en pequeños detalles. En Barcelona, no se puede comprar una botella de vino en un comercio a las 23.10 de la noche. Sin embargo, sí puedes dejarte 35 euros por una botella de vino en el bar de la esquina. Es esa cosa de dibujar la ciudad con un autoritarismo que controla tus movimientos, de ahí el altercado.

Además de la Barcelona canalla, y de la Barcelona controlada, hay una Barcelona masónica
Son referencias que en la primera publicación de mi libro estaban muy veladas; pero más adelante, en esta segunda revisión, alguien las advirtió. Para mí significa otra posible lectura de la ciudad, como periférica; y todo lo que he escrito lo he paseado. Leer Barcelona de forma diferente. La masonería me servía para eso, porque hay una lectura de la ciudad que no está a simple vista y que sin embargo explica muchísimas cosas: la historia de la ciudad y los valores de la Revolución Francesa, por ejemplo.

¿Qué significa la cicatriz final?
Es un pasado no resuelto. Albert está intentando atrapar un pasado y eso es imposible.

Berta Ares es licenciada en Periodismo y máster en estudios comparativos de Literatura, Arte y Pensamiento. Actualmente trabaja en una tesis doctoral a partir de Joseph Roth. En Twitter: @BertaAresY

 

Berta Ares Yáñez

Periodista e investigadora cultural. Doctora en Humanidades. Alma Mater: Universidad Pompeu Fabra.

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