Los tres secretos de Jorge Díaz

Jorge Díaz (foto: lalibreriadejavier.com)

Es un hecho: me estoy enganchando a las entrevistas con hombres inteligentes. Dicho así, parece que me he apuntado a una agencia de contactos, pero, al menos por ahora, nada más lejos de la realidad; bastante tengo con leer novelas para sentarme luego a tomar café con sus autores, enlazando discusiones literarias y subrayando párrafos que me hacen cerrar el libro y quedarme mirando a la pared, meditando sobre lo que acabo de leer o, lo que es peor, hablando sola. Habito una primavera de descubrimientos; y Jorge Díaz, con el que me encuentro una mañana de martes en la plaza de Santa Ana, delante del Teatro Español, no es una excepción.

Aunque hemos coincidido en algunas ocasiones antes de acordar la lectura de La justicia de los errantes para una entrevista posterior, no nos conocemos mucho Jorge y yo; sin embargo siempre me ha caído bien. Me ha inspirado la clase de simpatía que contagia la gente que ha vivido y tiene que contar muchas cosas.

Los dos llegamos pronto. Desde mi lugar al sol, delante de la puerta del teatro, veo como se acerca y me saluda al distinguirme. Él pregunta primero, interesado en saber si he disfrutado de la novela. Le respondo que sí y no se corta un pelo en calificar La justicia de los errantes de ‘comercial’: “quiero pensar que es una buena novela comercial”, me dice, “algo que escasea, sobre todo en nuestra literatura”; y yo intuyo que la conversación girará alrededor de ese tema.

Lleva vaqueros y unas zapatillas de deporte muy limpias; un polo desgastado y una expresión que se contradice porque, aunque transmite una tranquilidad pasmosa, deja entrever cierta agitación interior, la clase de actitud de quien no deja de estar alerta.

Nos sentamos en un café de la calle del Prado, con ventanas que llegan al suelo y poca gente en el interior. Mientras pedimos y preparo la grabadora y la libreta que lleva en la portada la fotografía de los tranvías en Lisboa, empezamos a hablar de Los números del elefante, la que fue su primera experiencia en el mundo editorial; una historia que tiene su epicentro en un sorteo con números que simbolizan desdichas y que, actualmente, resulta muy difícil de encontrar en librerías.

“La sacó Planeta y no tuvo demasiada repercusión, pero me sorprendió la facilidad con que aceptaron publicarla. Cuando la terminé envié el original a Planeta y a Alfaguara. Lo aceptaron las dos”. Dicho así, parece, como diría mi abuela, que llegó y besó al santo… pero falta una parte importante del currículum de Jorge, que justifica su buen hacer a la hora de narrar: aunque es cierto que Los números del elefante fue su debut literario, cuando escribió la primera línea acababa de iniciar un año sabático después de haber participado como guionista en la “cocreación” (insiste en que, en la televisión, el creador único no existe) de la serie Hospital Central, que actualmente sigue en la parrilla de Telecinco y va por su duodécima temporada.

Quiero saber qué se llevó de la tele, qué buenas prácticas de ese proceso de creación colectivo aplicó a la hora de encerrarse a escribir en solitario al otro lado del océano, en Brasil, porque ese es otro dato importante en la trayectoria de Jorge Díaz, que no se puede pasar por alto si pretendemos comprender lo que nos quiere contar: su pasión y tendencia a cruzar el Atlántico. La respuesta nos devuelve al profético inicio de nuestra charla: “me llevé el tipo de estructura narrativa y el empeño en escribir una novela comercial de calidad, algo posible, aunque en España hay muy pocas novelas comerciales buenas”.

Eso es lo que intenta.

LOS TRES SECRETOS

La justicia de los errantes, editada por Plaza & Janés y ambientada principalmente en la España de Primo de Rivera, donde vivió su clímax el movimiento anarquista de Los Solidarios, campa a sus anchas por los espacios más codiciados de las superficies comerciales. En la que yo trabajo, preside una de las cabeceras de literatura española, y Jorge se ha enterado de que, en uno de esos supermercados gigantescos, donde se venden libros y sillas y pasta, y camisetas, forma parte del top ten de ventas semanal. Para conseguirlo, siempre lo he pensado, hay que dominar un arte secreto: el de enganchar al lector hasta el punto de que no le importe que la hora en el despertador se aproxime al momento tan temido de la alarma.

¿Cómo se consigue?

En primer lugar, se trata de una novela muy rápida, con decenas de personajes con nombre y apellidos; no olvidemos que está escrita por un guionista de televisión. Son muchas las tramas paralelas. “Comentaba con el también guionista Antonio Mercero que en la novela hay suficiente material como para que otro escriba ocho”. Y eso es cierto, porque la acción de La justicia de los errantes, como la sangre, fluye a una velocidad de vértigo por un sistema de venas y arterias, que se bifurca en infinidad de minúsculos y casi invisibles vasos capilares.

“Con la crisis del audiovisual -continúa Jorge- muchos guionistas amigos se han quedado sin trabajo y van a escribir literatura. Estoy convencido de que eso subirá la calidad de la novela comercial”. La razón de este convencimiento nos lleva a un segundo factor fundamental a la hora de atrapar al lector: “Se escribe sobre lo que no funciona, en la tele siempre ha sido así, en Hospital Central, por ejemplo, no escribimos sobre un diagnóstico correcto de apendicitis, que se trata y se supera con facilidad. Escribimos las historias que parten de un diagnóstico equivocado”.

“Si aplicamos esta fórmula a la literatura entendemos por qué se han escrito, y se siguen escribiendo, tantas novelas sobre la Guerra Civil. Escribimos sobre el momento en que socialmente algo falla, y ese momento, aunque parezca mentira, en España no es ahora. La sociedad falla en las favelas de Río, y sobre ellas guardo una novela en un cajón que algún día vera la luz, pero aquí todavía no”.

Me cuenta que ha evitado escribir sobre la Guerra Civil “por la prevención que ha desarrollado la gente con respecto al tema”, pero está convencido de que algún día lo hará, tal y como lo hicieron en su momento Fernán Gómez y Gironella, autores cuyo trabajo admira y que salen a colación cuando hablamos de la ficción relacionada con la guerra.

Protegido por su barba canosa, Jorge me mira con unos ojos penetrantes, que, por su fuerza, podrían ser el primer plano de una escena en la que se indujera a la hipnosis. Le extraña que no le haya preguntado por el anarquismo, por las figuras reales de Durruti y Ascaso, con las que arma su historia; y la del “malo” Valenzuela, con el que llegamos al tercer punto imprescindible de su estrategia: “Los malos dan la medida de los buenos y tienen que estar a su altura”. Marcan el nivel.

En La justicia de los errantes los personajes reales se confunden con los ficticios, y todos tienen una vida especial; “esa clase de vida sobre la que le gusta leer a la gente porque se aleja de los problemas cotidianos”;  una vida sin casa, plagada de pistolas y fusiles naranjeros, como el que se sospecha que mató a Durruti; una huida constante que convierte la novela, así la define Jorge cuando le pregunto por el género, en una road movie sobre el papel: “Me gusta pensar que mis personajes son bandidos, esa es la palabra portuguesa que los define. Durruti fue un tipo equivocado pero honesto, y lo que yo intento es convertir en humanos perfiles que históricamente no lo son”.

DOS TIPOS DE NOVELAS

A lo largo de mi trayectoria como lectora, he concluido por el momento que existen dos tipos de novelas: las que se leen y exigen ser digeridas a solas, y las que se leen y exigen unas cañas para discutirlas y, a partir de la tertulia posterior, trascenderlas. La justicia de los errantes pertenece a estas últimas.

Jorge me cuenta que, durante los tres o cuatros meses que dedicó a investigar las peripecias de Durruti y sus compañeros antes de sentarse a escribir, su padre, que había pasado gran parte de su vida inmerso en la Dictadura, le preguntó de qué iba a tratar la nueva novela; y cuando Jorge le mencionó a Buenaventura Durruti su padre no sabía quién era.

Más de un millón de personas asistieron en noviembre de 1936 al entierro de Durruti en Barcelona, su agitada existencia y su prematura muerte se conjuraron para convertirlo en un mito, lo que no ocurriría con el resto de sus compañeros… pero las épocas son como planetas y lo que marcó un hito en un segundo determinado de la Historia, en otro fue borrado del imaginario por aquellos que no quisieron que se supiera. Para resolver eso existe también la literatura.

Un día Jorge Díaz leyó las declaraciones de la madre de Durruti, incapaz de entender que su hijo fuera un asesino, responsable del manejo de miles y miles de pesetas robados, y preocupada por el aspecto zaparrastroso y famélico que traía a casa las poquísimas veces que iba a verla. Entonces supo que escribiría sobre él, que tendría la fuerza y las razones para hacerlo.

El resultado es una  novela divertida, que engancha, y que intenta decir la verdad.

Marina Sanmartín
La Fallera Cósmica

Marina Sanmartín

Marina Sanmartín (Valencia, 1977), periodista, escritora y librera, es "La fallera cósmica", premio RdL a Mejor Blog Nacional de Creación Literaria. Actualmente trabaja en su primera novela, "El principio del desierto", tras la publicación del libro de relatos "La vida después", editado por Baile del Sol.

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