Soldados de Salamina

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Javier Cercas
Tusquets 2001

Javier Cercas decía hace unos años en una entrevista, luego del éxito desaforado de su novela Soldados de Salamina, que cuando la gente lo detenía en la calle para saludarlo, probando ya la cotidianeidad de la fama, sentía que iba de viajante de sí mismo (de su doble, un impostor, un farsante). Aparte de la peculiar sensación que pueda producir el éxito inesperado en un autor, lo que resulta claro es que Cercas, en cierto modo ha basado parte de su literatura en una impostura semejante. En su libro, Cercas que en clave de autoficción narra su novela como protagonista, no es exactamente Cercas, que en la vida real aún tiene a su padre y no es huérfano, vive con su esposa e hijo y no es divorciado, y es profesor universitario y no periodista. Roberto Bolaño, que aparece en la tercera sección como personaje, no es tampoco Bolaño (como lo dijera Bolaño mismo alguna vez en su columna). La sustitución que en un principio pareciera un inocente artefacto literario, se prolonga conforme avanza la novela para permearlo todo, y es solo con una lectura cuidadosa que el lector por fin comprende que le han dado gato por liebre, que lo que lee no es Historia, sino una historia, que lo que ahí se describe no es real, sino un relato real, término acuñado por Cercas, como una máscara, para vestir de novela lo que otros llaman Historia. En fin, que la narración ficcional ha venido a sustituir con estrepitosa autoridad a la narración histórica y, sin embargo, está claro para todo el que lo lee que lo que este libro dice es la Verdad.

La novela toda gira alrededor de un evento clave: en la retirada tumultuosa del ejército republicano, en los últimos días de la Guerra Civil Española, Rafael Sánchez Mazas es llevado a un claro del bosque contiguo al monasterio que hace de prisión y fusilado junto con otros 30 presos. Sánchez Mazas no muere, porque en el momento de la descarga huye y se interna en el bosque donde cae en una hoya y se esconde, escuchando los tiros de gracia que rematan a los fusilados que aún viven. Según el libro de Cercas, Sánchez Mazas contaba la historia de cómo estando ahí escondido, había sido descubierto por uno de los soldados republicanos encargado de buscar a los que habían corrido y mirándolo directo a los ojos, había respondido a la pregunta de «Â¿hay alguien ahí?» con «aquí no hay nadie». Con esa respuesta incomprensible el soldado había salvado la vida de su enemigo. Pero da la casualidad que Sánchez Mazas no era cualquier enemigo, sino que era fundador de Falange Española e ideólogo y poeta del fascismo español y amigo cercano de Primo de Rivera. O sea, en ese acto, el soldado republicano le había perdonado la vida al epítome de su enemigo.

Cercas se deleita en destruir el personaje de Sánchez Mazas, al que califica de poeta mediocre y cortesano, de ideólogo poco convencido y fácilmente aburrido por sus propias ideas, de cobarde y poco honorable y en fin, de haber sido en gran parte culpable del levantamiento que llevó a España a un baño de sangre fraticida. El perdón o la piedad del soldado que es el centro de la novela, es verdaderamente un momento anagnórico, como lo definiera Aristóteles en su Poética. Un momento que el destino le presenta a un personaje para revelarle devastadoramente una verdad sobre sí mismo que lo transformará para siempre. En este caso, esa revelación es que Sánchez Mazas podía haber optado por el respeto a la vida en vez de atizar los fuegos de la guerra y cantarle a la dialéctica de las pistolas. Sánchez Mazas sin embargo, repite mecánicamente la historia como asombrado porque le parece imposible y la verdad que le es revelada no logra permearlo jamás. De esta deficiencia de Sánchez Mazas nace la imposibilidad de Cercas de cerrar la novela con el simple relato de lo sucedido. Porque, verdaderamente, con sus incapacidades Sánchez Mazas le cierra la puerta al significado del suceso más relevante de su vida, el momento del cual nace el sentido trágico de su vida, en términos clásicos.

Cercas entonces vuelve a la búsqueda del soldado. Ese negativo de Sánchez Mazas que, en retirada hacia Francia, sabiendo perdida la guerra, se rehúsa a matar al prisionero que encuentra escondido, lleno de vergüenza y temblando de pavor, en el bosque. Es posible decir que, simbólicamente, con ese acto de perdón, ese soldado termina la guerra civil española y clausura el baño de sangre. ¿Quién es este soldado? se pregunta Cercas, y ¿por qué hizo lo que hizo? En responder esas preguntas invierte el autor la tercera parte de su novela, en la que escucha a Bolaño relatar la historia de un soldado imposiblemente heroico que parece haber combatido en todos las batallas de Europa y que ahora se ha traspapelado en el olvido que es la bienvenida secuela de toda guerra.

Al final de su novela Cercas encuentra al soldado que busca y le imputa la identidad del soldado de su historia, sin que el otro la rechace. Las escenas finales y el desenlace son conmovedores y nos dejan la sensación de que la verdad se ha descubierto y que los motivos reales debajo de esas acciones son la bondad, la virtud, la pureza.

No es imposible imaginar que todo lo anterior haya hecho de Soldados de Salamina un éxito de ventas, que la gente encontrara la novela tanto interesante como conmovedora, con un aparente tema de heroísmo militar y respeto a la vida que se conjugan acá de la manera más extraña porque verdaderamente son incompatibles. Pero Cercas deja caer por acá y por allá pistas de que las cosas verdaderamente no son lo que parecen.

Repetidamente nos dice que las palabras solo sirven para decirse a sí mismas, o, lo que es lo mismo, que las palabras no sirven para relatar lo real. En la primera línea Cercas subvierte su realidad transformándose en un personaje que se llama como el real. Bolaño en medio de su conversación con Cercas sobre el soldado desconocido le aconseja:  La realidad siempre nos traiciona; lo mejor es no darle tiempo y traicionarla antes a ella. El Miralles real te decepcionaría; mejor invéntatelo: seguro que el inventado es más real que el real [p. 151].

Escuchando a Cercas repetir este tema nos damos cuenta finalmente de lo que pasa. Esta historia es una extensión ficcional de otra historia que es la que contaba Sánchez Mazas, y toda la parte que le ha tocado a Javier Cercas, se la ha inventado para decirnos lo que él piensa que es la verdad. La verdad es que Javier Cercas nunca encuentra al soldado que busca, encuentra a otro y en este lee lo que quiere leer: el extrañamiento entre los hombres, las ilusiones perdidas, la futilidad de la guerra.

En el video que existe de Sánchez Mazas relatando este evento, falta en su totalidad la parte en la que el soldado le perdona la vida. Ya a estas alturas no sabemos siquiera si esto es verdad. Pero el autor lo ha dicho ya claramente, nada de lo que se dice es verdad. La verdad son los hechos, o la ficción que simbólicamente los representa y que nosotros aceptamos como Verdad. No existe correspondencia univoca entre texto y realidad. Lo que existe es el acto de fe del lector que unge a un texto ficticio con el inexpugnable cariz de lo real.

Aceptamos la oferta de Javier Cercas. Su novela toma partido por el bien, por la moral, por el respeto a la vida, no por nada los lectores la han acogido casi unánimemente. No nos cuenta los hecho verdaderos porque estos son inaccesibles a todos los que no los vivimos, sino que nos relata una historia donde podemos ver lo bueno que hay en nosotros mismos y confirmar que existe un orden que hay que respetar y que los que revierten este orden son el enemigo. Pero luego nos damos cuenta, con asombro, que Cercas, con sus métodos, en el fondo está atacando ese orden que tanto confort nos proporciona, y que siguiendo los postulados postmodernos de Hayden White, ha sustituido a la Historia y a cambio nos ofrece la literatura, como la verdadera fuente de la verdad histórica.

Finalmente hay que recordar que la batalla de Salamina fue narrada inicialmente por Heródoto de Halicarnaso, el verdadero y único padre de la Historia, que luego Tucídides, el usurpador, y otros como él, criticaron duramente por no atenerse a lo puramente real, que para Tucidides radicaba en el hubris de creer entender los designios de la naturaleza humana, una ilusión que perdura entre los historiadores aún hoy en día. Pero esta novela es la historia de soldados como los de Salamina, movidos por fuerzas más grandes que ellos, ya no las de los dioses caprichosos o los oráculos, sino las de la ficción de un autor que tiene una historia que contar. En Cercas, Herodoto levanta la voz de nuevo, para defender la verdad de la historia como narración y anécdota, y para contar de nuevo la verdadera historia de los Soldados de Salamina.

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Juan Murillo
100 palabras por minuto
http://depeupleur.blogspot.com

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