Tiempo, literatura y jazz

julio_cortazar_en_su_vida_cotidianaAhora que se cumplen 25 años de la muerte del escritor Julio Cortázar (12 de Febrero de 1984, en París), Revista de Letras no podía pasar por alto un aniversario tan importante. Cortázar fue un maestro del relato y revolucionó la idea de novela contemporánea con Rayuela (publicada en 1963). Esta vez, analizaremos el relato El Perseguidor porque es un excelente precedente de las historias de la Maga y Oliveira pero, sobre todo, porque en él ya encontramos las obsesiones más recurrentes del genio argentino. La libertad a ritmo de jazz.

El Perseguidor narra los últimos años de vida de Johnny Carter (en homenaje al músico Charlie Parker), un saxofonista que quiere moverse en un tiempo diferente al común a través de la música. Como contrapartida, el narrador – llamado Bruno – es un crítico de jazz que pretende llenar las páginas en blanco con lo que siente al escuchar sus temas preferidos. Uno, improvisa, lleva una vida desordenada de drogas y alcohol. Otro, metódico, representa la realidad, la estabilidad de un trabajo más o menos rutinario, casado, y de un cierto puritanismo que él mismo reconoce. La libertad y las cadenas se miran de frente y dialogan a través de la escritura y el sonido.

El jazz emerge en el ritmo del cuento, influyéndole no ya en el ambiente, sino en su estructura. Hay una base, un compás, marcado por el narrador. Es él quien ofrece la linealidad que favorece la comprensión por parte del lector. Pero Johnny divaga, se fuga, se escapa, improvisando como si estuviera haciendo un solo de saxo.

Tenemos que reconocer, antes que nada, que no somos expertos en la materia. Pero no hace falta para ver esta confusión entre escritura, ritmo, y recursos musicales. Podemos acudir a los teóricos Michel Brenet y Joachim Berendt. De esta manera entenderemos qué es el bebop, el swing, el beat o el off-beat. El bebop está en la narración, es esa tensión rítmica que llena los espacios y altera la habitual percepción uniforme de las cosas. Es el acento, el flujo, la improvisación. Todo ello está entre las líneas del texto, en sus pausas, en los saltos narrativos. Pero también hay swing, porque el swing garantiza la pluralidad de ritmos. Y el off-beat, la distancia entre dos beats (que es el tiempo pulsado), que lo niega y crea todo tipo de variantes. Me alejo de la base (en jazz hablaríamos de standards), vuelvo a la base. Eso es el relato. No podemos olvidar que Bruno lo que está haciendo es una biografía de Johnny. Lo está narrando. Y él se va, vuelve, e insiste en marcharse de la realidad. Y todo ello, a la vez, está en el saxo. Y es que el jazz es la puerta hacia la libertad. El momento de improvisación, de poder entrar entre esas grietas que el tiempo nos deja entrever. Y eso se engancha en las mismas letras, en su tono y ritmo. Veamos, incluso, como la música afecta a la hora de hablar a los personajes: “Cuando la marquesa echa a hablar uno se pregunta si es estilo de Dizzy no se le ha pegado al idioma”.

Notas fijas y variaciones, en definitiva, que se dan en la música de Johnny Carter y en la narración de Bruno. Es como si, tal y como apunta Andrés González Riquelme (en Acta literaria), todo el cuento estuviese atravesado por una “máquina musical” que lo ordena. Tensiones que permiten entrar en otras formas de tiempo. Y para comprender mejor este aspecto, el de las dos formas opuestas de entender la temporalidad, acudiremos a conceptos utilizados por Deleuze y Guattari (en Mil Mesetas). Los autores diferencian, por un lado, el Cronos, el tiempo considerado “normal”, que es mesurable con las medidas estables del reloj. Sin duda, es el tiempo en el que vive Bruno, el crítico que escribe. Y, a la vez, es el tiempo del beat, del orden. Y, por otro lado, tenemos el Aion, el tiempo que no se puede atrapar, que no es hoy ni mañana, que no tiene territorio, que huye. Es el bebop. Es lo que persigue Johnny Carter: “Esto lo estoy tocando mañana… esto ya lo toqué mañana…” acaba de suceder y a la vez sucederá.

libroEsta preocupación por el tiempo, por la posibilidad de fuga, por encontrar lugares donde la ficción y la realidad se confunden, está presente en muchas obras de Cortázar. Siempre hay un “lado de acá” y un “lado de allá”. Y, por lo tanto, no es casualidad que el jazz sea protagonista tanto en este relato como en Rayuela. No es – aunque también- un simple recurso estético. Romper el orden, forzar el azar, no estar sometido al tic tac de un ritmo preconcebido. Johnny nos dice: “Todo el mundo sabe las fechas menos yo”. Y esta concepción del tiempo, por supuesto, afecta a la concepción racional de la vida. En todo el texto se respira una evidente apuesta por la improvisación como forma de conocimiento, de comprender y de crear: “Esto (la cabeza) no piensa ni entiende nada. Nunca me ha hecho falta, para decirte la verdad”. Y es que Johnny no necesita la razón para desafiar al Cronos. Asegura: “La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo”… Pero no a cualquier lugar lejano, estático, atemporal. Es todo lo contrario. Es ir hacia otro tiempo diferente. En realidad, nos confiesa el saxofonista: “… yo creo que la música me metía en el tiempo… este tiempo no tiene que ver con… bueno, con nosotros…”

Sin duda, el tiempo de Johnny, el tiempo de la improvisación en el jazz, nada tiene que ver con el de Bruno: “Soy un crítico de jazz… lo que estoy pensando está por debajo del plano donde el pobre Johnny trata de avanzar con sus frases truncadas”. Pero lo que nos interesa más aquí es la relación entre música y literatura. Y cómo se llegan a confundir. Esto se hace cada vez más intenso en el cuento en el momento que hay una especie de sanchificación y quijotización. Johnny, después de una recaída en el hospital, parece que pueda volver a un cierto equilibrio, un contrato, una orquesta. Se le muere la hija y parece que esto le pueda llevar de nuevo a la realidad. Nada más lejos. Bruno, por su parte, rompe su vida estable y tiene una aventura. Pero rápidamente vuelve con su mujer. Hay una cierta envidia entre los dos. Se miran y se preguntan si del otro lado estarían mejor. El narrador asegura: “los envidio… a ese Johnny del otro lado, sin que nadie sepa qué es exactamente ese otro lado”.

Después de todas estas consideraciones, podríamos caer en un error. Fijémosnos. Johnny no huye. En todo caso, huye hacia delante. Es El Perseguidor, no el perseguido. Es él quien decide, desde que de niño se dio cuenta que con la música podía “vivir” en otro tiempo, buscarse en el límite. Bruno lo ve claro: “Y cuando Johnny se pierde como esta noche en la creación continua de su música, sé muy bien que no está escapando de nada. Ir a un encuentro no puede ser nunca escapar”. Una búsqueda de la libertad que él no posee “… un buen resumen de la vida de un crítico, ese hombre que sólo puede vivir de prestado, de las novedades y las decisiones ajenas”. Johnny, más adelante, insiste: “Trampas, querido… porque no puede ser que no haya otra cosa, no puede ser que estemos tan cerca, tan del otro lado de la puerta”. Y es que, en definitiva, todo el texto va a presentarnos esta tensión, entre un Cronos y un Aion, entre lo ordenado y lo creado. Un diálogo, una discusión, que no se aleja tanto de los contrapuntos de la fuga como recurso musical. Una melodía de contrarios, de opuestos, que se saben demasiado parecidos. Decidir de qué lado estamos.

Albert Lladó

www.albertllado.com

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

10 Comentarios

  1. […] El Perseguidor narra los últimos años de vida de Johnny Carter (en homenaje al músico Charlie Parker), un saxofonista que quiere moverse en un tiempo diferente al común a través de la música. Como contrapartida, el narrador –llamado Bruno– es un crítico de jazz que pretende llenar las páginas en blanco con lo que siente al escuchar sus temas preferidos. Uno, improvisa, lleva una vida desordenada de drogas y alcohol. Otro, metódico, representa la realidad, la estabilidad de un trabajo más o menos rutinario, casado, y de un cierto puritanismo que él mismo reconoce. […]

  2. […] música que describa mejor los diferentes tipos de tiempo que el jazz. Y no hay mejor relato que El Perseguidor de Julio Cortázar para comprender que el texto, si es capaz de impregnarse de ritmo, también se […]

  3. La verda es que acabo de comer y haber leido esta lineas me han hecho sentir como musico que soy,que lo hice manana junto a bird y el poeta que escribio pasado manana.

  4. […] últimos años de vida de Johnny Carter (en homenaje al músico Charlie Parker), un saxofonista que quiere moverse en un tiempo diferente al común a través de la música. Como contrapartida, el narrador (Bruno) es un crítico de jazz que pretende llenar las páginas en […]

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