«El silencio», de José María Latorre

El silencio. José María Latorre
Editorial Sabara (Edición en ePub, 2012)

Uno cree en los ciclos literarios, o vaivenes si se quiere; cree en el hecho de que no hemos llegado, ni por suerte va a llegarse nunca, a una estética definitiva, irrebatible, sino que en cualquier momento cabe la posibilidad de rescatar y darle nueva vida a aquello que ha quedado atrás en el camino, arrumbado por obsoleto. Porque, ¿quién ha decidido que algo está “obsoleto”? Igual que uno cree en la estética literaria, piensa que es obligación de los escritores cuestionarse los patrones que imperan y no dar por supuesto que el camino se halla cegado en otra dirección que la habitual. En resumidas cuentas: es obligación ineludible de todo escritor que comienza intentar desbancar (con buenas armas, eso sí) a quienes se hallan por encima de él, no limitarse a seguir las instrucciones, tomar un número en la cola y esperar estoicamente a que se llegue su turno.

El silencio, del escritor zaragozano José María Latorre, fue publicada por primera vez, en papel, en el año 2000, La novela, en su día, no pasó lo suficientemente advertida entre el gran público, sin duda por la modestia de su impresión, pero también porque se trata de una obra enfrentada, de manera radical,  al realismo que impera actualmente en lo literario. Un enfrentamiento que, en algunos fragmentos de la obra, emerge a la superficie con nitidez, cuando denuncia a:

“…Quienes se otorgan a sí mismos el título de guardianes de la cultura y desprecian todo cuanto no figure dentro de su mísera noción del realismo”.

José María Latorre (foto: Ed. Sabara)

La razón de esta ácida consideración viene determinada porque El silencio no es una novela al uso contemporáneo. No se articula en torno al eje planteamiento-nudo-desenlace, entendido todo, y en especial el planteamiento, como algo sorpresivo y pirotécnico, según sostienen hoy teorías y talleres literarios; no avanza por medio de peripecias una tras otra, sin descanso para el lector, como parece es lo preceptivo en estos nuestros tiempos de ocio a cualquier costa. Nada de eso. El silencio es la historia de un hombre que pierde a su amada y para volver a estar con ella busca en cielo e infierno, busca “durante fragmentos de eternidad”, busca en aquellos lugares donde no llegan las palabras, ni la técnica, ni el arte…

Ambientada en Barcelona, El silencio es, sencillamente, la historia de un hombre que busca el rastro de su amada. ¿Sencillamente? Nada más lejos de ello, porque en esta búsqueda el protagonista busca bajo todos los tabús, detrás de todas las reglas, y su objetivo último es, ni más ni menos, que encontrar algún rastro de la inmortalidad, porque “si el amor no puede ser inmortal…, si su fragilidad es tal que cualquier agresión puede hacerlo desaparecer, no me importaba la teórica inmortalidad de las otras cosas del mundo, incluida la literaria”.  El protagonista se ha planteado, nada menos, que la pregunta esencial por excelencia. Sin remilgos, sin tapujos, sin complejos, arrasando con cualquier freno de moderación estética. Adentrándose en cementerios, interrogando a las potencias del mundo… con la mayor desesperación que es posible expresar. Y precisamente ese expresar con crudeza las emociones es lo que la estética actual y realista desdeña, lo que nos ha enseñado a despreciar. Sólo un escritor, un verdadero escritor, armado no de una bonita historia, que las historias no son más que artificio, sino de un sentimiento verdadero, de un desgarro auténtico, es capaz de embestir contra esa puerta del recato y derribarla.

El silencio, en suma, con su ambiente fúnebre, visitas a los cementerios incluidas, con su agonía expresa, con sus preguntas eternas, no hace sino tomar del polvo a ese viejo héroe romántico tan despreciado, ridiculizado y pisoteado y darle un nuevo hálito de vida. No, no creo estar exagerando, ni haberme desenfocado; el mismo Latorre se declara heredero de este carácter romántico: “Hoy ya no existen mujeres como Marta ni amores como el que has idealizado, estamos en el siglo veintiuno… otro mundo, otra sociedad…”. Algo más adelante, plantea la disyuntiva casi insalvable entre lo romántico y lo racional, a propósito de la interpretación de una pieza musical: “Aquella es romántica y habla al sentimiento con voz turbulenta; la otra quiere ser didáctica y busca respuestas en la razón, el pianista sólo interpreta una partitura, no la vive”.

Recuperada ahora en versión eBook por la editorial Sabara, salvada de un olvido que no sólo no merece sino que sería catastrófico para la literatura que se cegara esta pequeña vía abierta en el aluvión del realismo, El silencio supone un reencuentro con aquel eterno ser humano que hace siglos nos estremeció y al que hoy queremos ignorar. En gran medida, la novela de Latorre recuerda a otra gran obra, La pérdida del centro, del escritor sevillano Manuel García-Viñó (curiosamente ambas son reeditadas en eBook en estos días, la de García Viñó por la editorial ACVF), que en su día, en los años cincuenta, con parecidas armas e incluso el mismo tema de la búsqueda desesperada de la amada muerta y de la razón de la existencia, se lanzó contra la muralla del realismo. En ambos casos, estamos ante magníficas ocasiones de descubrir esos textos y pararnos a pensar si este panorama de anécdotas, juegos y despreocupación que nos rodea es el único posible.

Miguel Baquero
El mundo es oblongo

Miguel Baquero

Madrid (1966). Ha publicado hasta la fecha las novelas "Vida de Martín Pijo"; "Matilde Borge, aviador"; y "Vidas elevadas", el volumen de relatos "Diez cuentos mal contados", así como una selección de las entradas de su blog: "A esto llevan los excesos". Asimismo ha intervenido en distintas antologías y ha recibido varios premios por sus relatos. Reseñista y crítico literario para medios electrónicos, en la actualidad está dando los últimos retoques a una nueva novela.

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