A propósito de «Pura anarquía», de Woody Allen

pura-anarquia-woody-allenPura anarquía. Woody Allen
Traducción de Carlos Milla Soler
Tusquets (Barcelona, 2008)

Pura anarquía es el título en español del último libro escrito por Woody Allen con el que el cineasta neoyorkino ha vuelto, después de 25 años, al relato corto en la línea de Perfiles.

Con una pluma ágil y descarada ensarta, en esta obra hilarante, una tras otra las dieciocho historias que la componen, a cual más disparatada pero no carentes de la mordacidad y agudeza a la que nos tiene acostumbrados.

En clave de humor se burla de la sociedad que le ha tocado vivir y el ambiente en el que se mueve. Por sus páginas desfilan psicólogos, yuppies, personajes de dibujos animados, detectives, niños ricos con papás estúpidos, constructores, ladrones, estafadores, mujeres objeto, artistas, mujeres frustradas, maridos engañados y toda una tribu de individuos que podemos encontrar en cualquier metrópoli moderna hoy día.

Sarcástico e ingenioso, con cada relato evidencia un defecto concreto de la realidad de una sociedad que critica abiertamente, haciendo un recorrido por diferentes aspectos esenciales de la cultura occidental recreados de manera grotesca; se podría decir que estamos ante un “esperpento a la americana” pero sin el sabor amargo que se desprende del auténtico.

Con su humor ácido e inteligente y su prosa ágil, ocurrente y divertida logra, partiendo de situaciones que no son en absoluto irreales, y exagerándolas hasta el delirio, inventar una colección de historias de todo punto absurdas y surrealistas pero que mantienen un fino nexo de unión con la realidad de un mundo que él deforma y deconstruye para volver a construir a su antojo; tal vez por ello el lector no acaba de distanciarse de lo real ni es capaz de establecer una clara frontera con los mundos de ficción creados por Allen.

No faltan en estas páginas ni sus temas ni sus personajes fetiches: psiquiatras, filosofía, infidelidades, contradicciones del ser humano, sexo, el mundo aparentemente fastuoso de las grandes estrellas, neurosis y neuróticos varios, posmodernos ávidos de terapias alternativas para encontrar la felicidad… En mi opinión, esta obra encierra una profunda reflexión sobre la condición del hombre en la sociedad occidental moderna tamizada por la angustia, la desesperanza y el desencanto consustanciales a su autor aunque, eso sí, sin perder el sentido del humor.

Woody, tanto en su faceta de escritor como de cineasta, despierta pasiones; nadie queda indiferente ante su obra. O se le ama o se le odia; no hay termino medio. Sus detractores hablan de un neurótico depresivo e inseguro con aires de superioridad al que no se juzga imparcialmente ya que su fama lo precede; sus admiradores, adictos como dicen por ahí, simplemente lo llaman genio.

En mi opinión es un creador inteligente, divertido y agudo; y me agrada su sentido del humor precisamente porque es todo eso y porque en el fondo refleja ese punto de inseguridad y de neurosis del que nadie carece. No es difícil reconocer en los personajes que pueblan estas páginas algún pariente, amigo, compañero o conocido, porque si bien las situaciones son disparatadas no lo es la filosofía o el modo de ver la vida que las fundamenta y desde el que se construyen. Tal vez la absurda realidad que nos presenta el autor y sobre la que ironiza no se halla tan alejada de ésta en la que vivimos.

Finalmente, no considero que, por este libro, Woody Allen sea merecedor del Premio Nobel, como declaró en su momento el guionista Rafael Azcona, pero sí sé que en su compañía me he divertido mucho; y aunque Pura anarquía no pueda ser calificado de obra maestra es el compañero perfecto para pasar un buen rato en una calurosa tarde de verano. Las carcajadas están aseguradas.

Alejandra Crespo Martínez

Alejandra Crespo Martínez

Alejandra Crespo Martínez es licenciada en Filosofía y Letras (especialidad en Filología Hispánica) por la Universidad de Málaga y Licenciada en Humanidades, con Premio Extraordinario, por la UCLM. Catedrática de Lengua Castellana y Literatura en el IES Ramón y Cajal de Albacete. Imparte clases de Gramática en la Facultad de Filología Hispánica del Centro Asociado de la UNED en Albacete, y de Literatura en la Univ. de Mayores José Saramago de la UCLM. Ha trabajado algún tiempo como profesora de español en el extranjero (Polonia y Nicaragua)

3 Comentarios

  1. Es cierto, pilgrim, que la reseña sale meses después de la aparición del libro. No es la única que se publica «tarde» (algo que, quizás, a quien más le importe sea a la editorial, a quien le guste leer le dará igual descubrir un libro bueno o malo un año después). Para despejar dudas, ya que algunos lectores podrían pensar lo mismo, me gustaría aclarar el motivo:

    RdL no es una publicación cultural que ofrezca únicamente artículos, reseñas, críticas o entrevistas sobre objetos de venta, como la casi totalidad de publicaciones literarias que basan sus contenidos en lo que acaba de salir, porque es lo que les interesa a las editoriales que, claro, se promocionan en ellas. Por supuesto, una parte de nuestro contenido aborda esas novedades, pero, ¿acaso debemos olvidar para siempre cualquier libro que haya aparecido antes de una fecha determinada, porque ya se considera obsoleto? Si uno de nuestros redactores encuentra interesante una obra de 1995 -por decir algo- y nos ofrece su reseña para recomendarla, ¿debemos obviar el descubrimiento porque el libro es «viejo»? A nosotros nos interesan tanto las novedades como las que no lo son. Un libro no es simplemente un producto de venta, es un soporte cultural que permanece (sí, los buenos libros permanecen) ya sea en papel, en e-book, en .pdf, en .word, en audiolibro, o en cualquier otro formato que se inventen.

    No nos sometemos a las pautas de las editoriales, algo que puede molestar aunque a nosotros no nos afecte (casualmente Tusquets, sello que publicó el título de Allen, no envía información ni libros a quien esto escribe, lo que no impedirá que vaya a una librería a comprar, por ejemplo, el libro «Entre todas las mujeres», de Isabel Franc, que acaban de reeditar y al que le tenía ganas. Por supuesto, será motivo de reseña, a pesar de no ser una novela de rabiosa actualidad y la editorial no me la haya enviado. La estoy gozando y quiero transmitirlo a quien me lea. Me consta que en pocos medios se escribe, habla o comenta una obra que haya conseguido el redactor pagando por ella, es decir, pasando por caja).

    Otra cosa a tener en cuenta es que, hasta donde soy consciente, todos los que hacemos RdL LEEMOS los libros que reseñamos o que motivan una entrevista. Lo que requiere un tiempo. En un país (España) en el que se publican más de 70.000 títulos nuevos al año, resulta imposible seguir el ritmo. Es por ello que, en ocasiones, publiquemos una reseña de un libro que teníamos en nuestra mesa de trabajo desde hace meses. No es por pereza, o porque se nos haya olvidado, sino porque no escribimos en base a lo que se indica en las solapas o contraportadas de los libros, sino en base a una lectura atenta. Y, aunque moleste a los pocos editores que cuentan con nosotros para facilitarnos contenidos, nuestro tiempo es limitado y vamos despacitos pero seguros. Como decían los geniales «Les Luthiers»: «Time is money» («El tiempo es un maní»)

    ¡Gracias por seguirnos!

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